Ebert, cuestionado tras su lesión y el flirteo con el Atlético, ha conseguido asentarse de nuevo en el once haciendo lo que mejor sabe hacer; jugar al fútbol.
La vida de un futbolista no es nada fácil. Supone vivir con la presión de tener que contentar a tu entrenador para ganarte un hueco en el equipo y una constante pelea por ser el ídolo de la afición, por no hablar de –en muchas ocasiones lo más difícil- la pérdida del anonimato debido al éxito y la gloria.
Es cierto que la presión mediática a la que está sometido un jugador del Valladolid no es la misma que la de uno del Barcelona, Chelsea o Juventus, pero cuando el futbolista en cuestión se convierte en una de las revelaciones de la Liga, a veces el tema tampoco es fácil de llevar. Véase el caso de Patrick Ebert.
El alemán, un completo desconocido a su llegada a España, ha tenido que cargar con la parte buena y la mala de la fama tras demostrar su calidad en Zorrilla. Por desgracia, el lado duro del fútbol se transformó para él en una larga espera.
Tocado, no hundido
“Volveré más fuerte y con más ganas”, escribía Ebert en las redes sociales tras confirmarse que la segunda rotura de isquiotibiales que sufría en la temporada le dejaba en la cuneta seis semanas. Antes había tenido tiempo de probar las mieles del éxito con la afición blanquivioleta a sus pies, pero esta vez había que apretar los dientes.
Ocho partidos de ausencia después, aparecía la sorpresa. El panzer saltaba directamente de la grada a la titularidad frente a Osasuna, primera convocatoria tras su lesión mediante. La experiencia no pudo ser peor. Los rojillos escaparon de Zorrilla con los tres puntos, el equipo realizó un partido horroroso y Ebert, que jugó setenta minutos después de mes y medio KO, firmó una discreta actuación. Por si fuera poco, tres días antes había sido pillado en Torrecaballeros negociando su fichaje por el Atlético.
La vuelta a los terrenos de juego era una realidad, pero esta vez no estaba acompañada de buenos momentos sobre el césped. La cuesta abajo continuaría con su no convocatoria en el siguiente partido, en Mestalla, según el club debido a unas molestias musculares que dejaban la recuperación del ex del Hertha de Berlín en stand by.
Segunda reaparición
Pero llevando la contraria al refranero popular, en el fútbol muchas veces lo que baja puede subir. Y muy rápido. Ebert regresó al once contra el Getafe en un mal momento del equipo y fue esencial en la remontada con constantes entradas y centros desde la diestra, provocando además la roja a Alexis, al que volvió loco hasta la expulsión.
Llegó entonces el momento cumbre después de su recuperación; el golazo en Granada. No fue precisamente el mejor partido del Pucela y tampoco del panzer, pero es precisamente en esos encuentros encallados en los que salen a relucir las estrellas. El alemán clavó el balón por la escuadra para adelantar al Valladolid, probablemente cuando menos lo merecía. No se consiguió ganar, pero Ebert había vuelto.
Los dos últimos choques, frente a Sevilla y Madrid, han supuesto la definitiva consolidación del extremo. Si bien su participación en el Bernabéu no fue lo suficientemente genial como para puntuar, el partidazo que se marcó contra los hispalenses, asistencia de gol y larguero incluidos, quedó para enmarcar.
En todo caso, la mejor noticia a día de hoy para el Real Valladolid es que, tras una caída y posterior resurrección, puede contar con un Ebert recuperado para la causa para terminar de cerrar la permanencia, aparcando temporalmente el tema de su posible venta. Y es que últimamente parece que en Valladolid no se disfruta de lo que hay que disfrutar, y en realidad es probable que no haya mejor momento para ello.
