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Rubén de la Barrera a través de Rubén de la Barrera

por Jesús Domínguez
30 de junio de 2014
Rubén de la Barrera

Rubén de la Barrera

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El nuevo entrenador del Real Valladolid Promesas se define como una persona “inquieta y ambiciosa” que se identifica con el modelo de juego del FC Barcelona

 

Rubén de la Barrera Foto: La Opinión de Zamora
Rubén de la Barrera
Foto: La Opinión de Zamora

“¿Es Rubén de la Barrera un enfermo del fútbol?”, cabría preguntarse después de ver el currículum del nuevo entrenador del Real Valladolid Promesas a su corta edad. La respuesta, a esa misma pregunta, la pronunció el propio técnico en una entrevista en Radio Goles hace unos meses con claridad: “Sí, demasiado. Creo que es positivo, aunque también que una persona debe encontrar una válvula de escape para no consumirse”.

Lo dice con tono serio, decidido. Llega a sorprender, incluso, a quien le interpela. Por su forma de hablar y por el fondo. Le pide que se defina y lo hace así: “Intento beber de todas las fuentes y recordar el agua del que bebo. Soy una persona inquieta, con ambición y con humildad, que pretende llegar a ser el mejor entrenador posible”.

Sigamos con Radio Goles. Sigamos con las ‘sorpresas’. En un momento en el que el jemecismo experimentaba uno de sus puntos más altos del pasado curso, el técnico del Rayo titubeó al ser cuestionado sobre si se veía capacitado para entrenar al FC Barcelona. El ya entrenador del Promesas no.

“Por supuestísimo que me veo. Me veo en el Madrid y me veo en el Barcelona, sin ninguna duda. No contemplo retos que no pueda controlar. Aunque soy consciente de que tengo que atravesar diferentes etapas y no saltarme pasos intermedios. Pero sí es cierto que en un futuro estoy dispuesto y me siento capacitado”.

Vaya, que lo de Rubén de la Barrera es pura vocación. Dejó de jugar en su etapa como juvenil, pero para entonces ya tenía claro cuál quería que fuera su modo de vida, ya que siempre le había atraído la posibilidad “influir en la manera de jugar de los demás”. ¿De qué manera? A poder ser, a través de la posesión.

En las palabras del técnico gallego ya citadas ha aparecido la referencia a las fuentes de las que bebe. Intenta hacerlo de todas, decía, si bien algunas como las de Raúl Caneda, Óscar Cano, Juanma Lillo y Pep Guardiola, tres de los principales teóricos del juego de posición y su mejor práctico, son quienes más influencia han ejercido en su ideario.

“En la globalidad, me identifico con el juego del Barcelona”, dice, su intención es “superar al rival a través de la pelota”, algo que hizo en buena medida con el Guijuelo “gracias a las características que fortalecían el conjunto”, si bien no es un ‘ultra’ de la posesión, sino que es consciente de que las características de la categoría y del rival obligan a adaptarse a lo que cada partido demanda”.

A esto último, y a aspectos que guardan relación con el fútbol de toque, se refiere en dos de los tres artículos que ha publicado en el magazine del prestigioso periodista Martí Perarnau, titulados ‘Qué entiendo por jugar bien’ y ‘De lo superfluo a lo trascendental’. Del primero puede extraerse una frase que, en el caso de un filial, dado su carácter formativo, ha de convertirse en premisa importante: “El objetivo no es ganar, sino hacer las cosas bien para ganar”.

No condiciona las palabras a un filial, sino a la competición en general, si bien cobra mayor sentido cuando los resultados, aun siendo importantes, no serán lo primero en un conjunto que, al contrario que el primer equipo, no tendrá la obligación de doblegar a cada rival. Aunque, dicho sea de paso, sin quererlo, por motivos evidentes, con estas palabras De la Barrera recuerda al mensaje de ambiciosa pausa que transmite Rubi.

 

Rubén de la Barrera Foto: La Voz de Galicia
Rubén de la Barrera
Foto: La Voz de Galicia

Líder cercano

Además de esbozar cuál es su idea de juego –en ‘De lo superfluo a lo trascendental’ habla de la conceptos del juego de posición que desarrolló su Guijuelo–, en estos artículos se puede ver al De la Barrera líder en un tercero titulado ‘Reflexión acerca del psicólogo deportivo’, en el que se muestra partidario de la incursión de esta figura dentro del cuerpo técnico, tal y como ha sucedido en los últimos tiempos con el Real Valladolid Promesas, en la persona de David Rincón.

De un modo técnico, explica la idoneidad de que un profesional de esta rama trabaje junto al equipo, a fin de “ayudar a descodificar el significado del contenido de las mochilas que portan cada uno de nuestros jugadores a su espalda, para así poder ajustar o reajustar con un fin determinado: establecer un clima emocional saludable y perdurable en el tiempo y afrontar situaciones que, inevitablemente, se darán en algún momento“.

La imagen que quien conoce al nuevo entrenador del filial tiene de él tiene el ceño fruncido. De concentración, más que de enfado. Más por su seriedad que por mal carácter, que, como cualquiera, lo tiene. Aunque en el trato personal no siempre aflora; ni es distante –o al menos eso intenta–, precisamente, en el afán de esa atmósfera sana.

De hecho, considera que “se puede ser amigo del futbolista”. “El entrenador está relacionado con personas. Si no eres cercano ni entablas un proceso de comunicación con la plantilla en cuestión, entiendo que hay un ruido, una distancia. El entrenador ha de transmitir aquello que piensa y ajustar su intervención en función de la persona”.

Ese muro que por su aparente forma de ser se eleva es pues irreal, una ilusión. O, bueno, a medias. Rubén de la Barrera parte de la premisa clara, lógica y objetiva de que “no todo el mundo es igual, aunque tiene que haber unas normas para todos”. Una vez entra en juego ese proceso comunicativo, reconoce que las sinergias pueden crearse mejor con unos que con otros. Siempre quedando claro que su figura es la preponderante.

Sabedor de que la autogestión maligna –lo que vulgarmente se conoce como ‘hacer la cama’– se da en determinados casos, cree que, en general, los procesos de autogestión están “abocados al fracaso”. “Con independencia del nivel de competición, a la larga siempre ha de existir una persona que oriente; es algo que los jugadores demandan”, considera, erigiéndose, queriendo o sin querer, líder.

En el Real Valladolid Promesas había varios identificables. El primero, precisamente, su entrenador, Javier Torres Gómez. El vacío dejado por el madrileño es importante, y ha de ser llenado. El llamado a hacerlo, en primer lugar, es él. Contará con la ayuda de parte de los héroes del ascenso y con otros jugadores aún pendientes de llegar. La formación es el camino. La permanencia, el horizonte.

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