El extremo riojano regresaba a la competición liguera tras siete meses lesionado y anotó un golazo de falta, el cuarto que celebra con el Real Valladolid
Lo volvió a hacer. El pasado sábado Pablo Hervías regresaba a una convocatoria del Real Valladolid tras una lesión de rodilla que le tuvo apartado de los terrenos de juego buena parte de la temporada pasada. Un contratiempo, sin duda, difícil, y una recuperación larga a la que se sumaban dudas e interrogantes sobre el estado de forma del futbolista a su vuelta a la competición.
Sin embargo, este domingo el riojano disipó las dudas con uno de sus mejores recursos: el disparo de libre directo. De la camilla a la escuadra. Corría el minuto 65 de partido cuando el jugador blanquivioleta mandó un zapatazo a la red. Uno con sabor a nostalgia: porque no es la primera vez que Zorrilla celebra un tanto como ese.
Poco hay que remontarse en el calendario para recordar a Hervías percutiendo la portería con un disparo como el que se vio esta jornada frente al Osasuna. De hecho, si hay algo que viene con claridad a la mente del aficionado pucelano cuando se le pregunta por el último play-off es precisamente eso: a Hervías, a Hervías y a sus cañonazos.
Aquel curso, el 2017/18, el extremo acostumbró (o malacostumbró, según se mire) a la grada vallisoletana a pasar las eliminatorias a costa de sus espectaculares trallazos. Tal es así, que durante los quince primeros días del mes junio de 2018, Hervías consiguió anotar hasta tres tantos de falta: uno precisamente contra Osasuna, todavía en Liga regular, y los otros dos frente al Sporting y Numancia, ya en la fase de promoción a Primera.
Así era. Un peligro constante. Una maquina de precisión capaz de enviar un tomahawk a toda velocidad para dejar inmóvil al portero e inundar el campo con ese “perfume de gol”, parafraseando al Mono Burgos. Pitido del árbitro para señalar la infracción, balón al césped con mimo, ojo al objetivo y zarpazo: he ahí la secuencia completa.
En definitiva, una habilidad al alcance de muy pocos y que en esta campaña ya ha valido el primer punto. Punto que pudieron ser tres de no ser por el gol de Rober Ibáñez en el 81′, después de un encuentro en el que el Pucela se vio superado por momentos por la intensidad de un siempre competitivo Atlético Osasuna.
El tanto de Hervías es el séptimo que marca con la camiseta del Real Valladolid, el primero con este equipo militando en la máxima categoría del fútbol español y el cuarto de libre directo. En otras palabras, más de la mitad de los goles que el futbolista ha celebrado con el Pucela han sido de falta: un porcentaje de efectividad del 57%. Lo que es un experto. Un jugador de consola con el balón parado: de esos que parecen trucados y amargan la existencia en una milésima de segundo.
Con lo visto, parece que Sergio González tuvo una premonición al hacer la lista de convocados. Y también tuvo otra al llamar al dorsal once a calentar bien entrado el segundo tiempo, porque dos minutos tardó Hervías en abrir la lata. En cualquier caso, una buena noticia para la escuadra local, que ve cómo puede recuperar la que fuese una de sus piezas más determinantes en su primera estancia en Pisuerga.
Aunque pueda faltarle ritmo de competición, queda claro que su precisión en el golpeo sigue intacta. Y que siga así, pensarán muchos, pues no hay nada más incómodo para la competencia que empezar a notar un sudor frío, maridado con un ‘runrún’ en la grada, los instantes antes de que la bola atraviese la barrera y se cuele rauda en la portería. Los mete como tiros libres. Hervías lo ha vuelto a hacer.
