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Yo soy Espartaco

por Juan Díez
19 de junio de 2018
en Sin categoría
Mata || Foto: LFP

Mata || Foto: LFP

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Con su inconmensurable trabajo durante toda la temporada y con su cifra escalofriante de goles, Jaime Mata se ha convertido en el máximo artífice del ascenso del Real Valladolid

 

Mata 2
Mata

Si alguien aún piensa que la figura de Espartaco es tan solo una invención cinematográfica o bien tiene poca noción de la historia o es que apenas ha pisado el José Zorrilla durante este curso. Porque quienes asistieron al templo blanquivioleta esta temporada, la del ascenso añorado, disfrutaron de la lucha, de la entrega, del pundonor de su máximo gladiador –y goleador–, Jaime Mata.

Y como decía Espartaco, el histórico, “todo hombre tiene un fin”, y el de Mata, como el de cualquier otro delantero, era el gol. Pero más en su caso porque en toda una temporada le ha visitado hasta treinta y cinco veces, es decir, más que ningún otro en toda la competición; más que nadie en una misma campaña en su club, el Real Valladolid.

Atrás queda ya aquel jugador del que se ensalzaba su lucha, que por otra parte nunca la ha perdido, pero al que se le criticaba su desatino a la hora de finalizar. Al fin y al cabo ese era su principal cometido y por lo que será recordado, por sus goles, al igual que la valía de un gladiador se mide no por la fortaleza derrochada en la batalla, sino por sus triunfos.

Y los de Mata han sido incontables. Treinta y cinco dianas que conllevan infinitas alegrías a una afición que se metió en el bolsillo desde el primer minuto de temporada. Puede que el equipo flaqueara, que lo hizo durante mucho tiempo, que el fútbol fuera escaso por momentos, pero si hubo un jugador blanquivioleta que nunca bajó el listón, es más, se superó en cada contienda, ese fue él.

Mata pasará a los anales del Real Valladolid como el héroe de este ascenso. Al igual que ocurrió con Javi Guerra en el 2012 o con Llorente en 2007, aunque bien es cierto que en una situación algo distinta. En esos casos, ambos eran una pieza más a engranar en la máquina. Puede que algo más relevante que el resto, pero sin llegar a ser imprescindible.

Aquel equipo de 2012 tenía a Guerra como goleador, pero a jugadores igual de aptos en todas las posiciones hasta el punto de que en Primera División cumplieron. Futbolistas como Marc Valiente, Rueda, Víctor Pérez u Óscar González que hacían el trabajo del nueve algo más fácil. O como en aquella generación de 2007, en la que Llorente metía los goles, pero que eran fabricados por un equipo que pasó a la historia por lo colectivo.

Mientras que ellos formaban parte de una tropa bien armada, Jaime Mata parecía que por momentos tenía que luchar solo. No han sido una ni dos las veces que ha salvado a su equipo de la quema. Porque mucha gente se quedará con el cambio de actitud del Real Valladolid con la llegada de Sergio González, pero no habría que dejar de lado el mérito del nueve de haber mantenido a su equipo con opciones hasta entonces.

Mata gol Sevilla
Mata

A veces es casi más importante estar más lúcido en los malos momentos que en los buenos. Es mucho más necesario, y el nueve blanquivioleta fue el máximo responsable de que su legión no cayera y se quedara sin opciones de promoción ya en el mes de marzo. Todo el mundo conviene que, si no es por el Espartaco de Zorrilla, este domingo no habría nada que celebrar.

Y además, si hay una cualidad que diferencia a los buenos combatientes es su lealtad. Desde hace semanas ya es conocido que Mata no seguirá en el Real Valladolid, pero eso le ha dado igual. Es más, no ha preocupado –al menos hasta hoy– ni a él, ni a la hinchada pucelana porque no se ha notado lo más mínimo en su juego.

No realizó ni una mención a su futuro en el Getafe, equipo donde jugará la próxima campaña, ni siquiera se vislumbró un ápice de falta de concentración y responsabilidad. El guerrero Mata ha sido blanquivioleta hasta el último día y, por mucho que piense que ha llegado la hora de partir, nadie podrá reprocharle que no se dejó la vida porque, a día de hoy, Pucela pueda gritar que, cuatro años después, es de primera.

Llegó el día en que Mata dejó de ser esclavo para ser gladiador y vencer a grandes equipos de Segunda División. Ahora, sube un escalón más, tendrá el lujo de intentarlo en Primera, donde se miden las mejores legiones de España, con guerreros que luchan por ser los reyes del mundo. Jaime Mata asciende al Olimpo y lo hace a costa de dejar a un club como el Real Valladolid en la cima. Decía Batiatus que “no todas las aventuras terminan en un clímax”. Desde luego, este final ha sido lo más parecido a ello.

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