Desde el ultimátum en Huelva a comienzos de noviembre el técnico ha logrado impulsar a los rojillos casi al play-off, todo un mérito para un equipo que solo sumaba dos victorias hasta la visita al Nuevo Colombino

“Yo lo único que les pido es tranquilidad y que crean en ellos, que nosotros somos un buen equipo. ¿Que nos va a tocar sufrir? ¡Claro que nos va a tocar sufrir!”. Con estas palabras terminaba Juan Antonio Anquela su rueda de prensa previa al partido contra el Recreativo de Huelva relativa a comienzos de noviembre.
Cabía la posibilidad de que fuesen sus últimas palabras como entrenador del Numancia porque la necesidad de ganar ahogaba a los rojillos y con la ratificación a medias del director deportivo César Palacios se mascullaba un cese inmediato si no ganaban en el Nuevo Colombino.
Lo opuesto le ocurría al Numancia, que al perder en Las Palmas caía al penúltimo lugar y seguía sin sumar tres puntos. Los derbis en Miranda de Ebro y en casa ante el Valladolid se los llevaron los burgaleses y los pucelanos, y para colmo el siguiente rival era el que actualmente se mantiene como el líder: la UD Las Palmas, de quien también se llevó una derrota a domicilio.
No había forma de que los sorianos fuesen recompensados con una victoria en el campo aun intentando todo aquello que les pedía su míster: jugar con tranquilidad, creer en ellos mismos, salir con ilusión pero también a ‘morder’, empezando por los atacantes. Todas estas premisas se repetían una y otra y otra semana por parte del técnico numantino pero los resultados no llegaban.
De una u otra formam a sus chicos les fallaba la confianza durante los noventa minutos y la afición soriana comenzaba a perder la paciencia hasta proferir el “Anquela vete ya”. Lógico, en cierto modo, teniendo en cuenta que la parroquia numantina no vio a los suyos ganar hasta finales de noviembre, cuando el Numancia se deleitó ante un Zaragoza que pecó de demasiada ‘hermandad’ en el Derbi del Moncayo.
Como lanza a favor, cabe decir que el desastroso inicio de campaña para el Numancia también se debe a una baja vital, la de Julio Álvarez, que desestructuró durante varias jornadas un esquema táctico de 4-4-2 desconocido en las señas de identidad numantina.
El cuadro soriano careció durante ocho jornadas de su estrella, que no reapareció hasta la visita del Real Valladolid a Los Pajaritos, a mediados de octubre, y no pudo evitar la derrota de la escuadra rojilla ante los pucelanos, que se llevaron el encuentro gracias a un gol de ‘Caballo Loco‘; de Zakarya Bergdich.
Las bajas por lesión del capitán, junto a la de su sustituto Del Pino, hacían que Anquela no tuviese otra opción que olvidarse de un mediapunta para llevar el ataque por medio de Sergi Enrich y por aquel entonces el máximo goleador, Braian Rodríguez, otro de los que terminó abandonando el barco soriano para emigrar al fútbol brasileño.
Una vez que Julio Álvarez se recuperó, comenzó a carburar el Numancia. El retorno del ‘diez’ fue el origen del inicio de la cada vez mayor progresión del conjunto rojillo, pues en ese partido de Huelva, en el que Anquela se jugaba el puesto, el venezolano le serviría a Sergi Enrich un centro para hacer el primer tanto del partido.
Ese día dos de noviembre, en el que ganó por tres a cero, fue en el que el Numancia olvidaría de una vez por todas la ansiedad acumulada por los tres puntos necesarios en cada envite. Pero en Segunda todo el mundo sabe una cosa: las rachas determinan la estabilidad o desestabilidad de un club, y con dos victorias te puedes colocar arriba o con dos derrotas meterte en el descenso.
No es esta la tónica actual de los de Anquela. Llegarán al Nuevo José Zorrilla octavos, a cuatro puntos del play-off, y tras haber caído solo desde esa vuelta de tuerca en el Colombino ante el Sporting de Gijón el Girona, en ambos casos a domicilio.
