Víctor Socorro disputó los últimos minutos del partido del Promesas contra la Cultural y debutó en la categoría a escasos días de cumplir la mayoría de edad

Luciendo bigote al estilo ochentero aunque todavía no ha alcanzado la mayoría de edad –lo hace este jueves veinticinco–, el partido contra la Cultural y Deportiva Leonesa fue el primero en el que Víctor Socorro dejó su marca en Segunda B. Fino punta, como fino espadachín si fuera el mosquetero que oculta su bello facial, debutó con el Real Valladolid Promesas en encuentro oficial tras varias convocatorias infructuosas con el conjunto de Miguel Rivera.
El estreno, el segundo de un juvenil en la presente temporada, tras el del defensor ghanés Seydou Saeed, ya asentado en el filial, se produjo a falta de trece minutos y sirvió para reactivar el ataque blanquivioleta en el tramo final. Y aunque no gozó de ocasiones, el delantero canario dio el siguiente paso en una travesía de sueños con una meta clara: llegar a ser profesional.
Llegado del AD Huracán hace poco más de un año, encontró en Víctor Fernández su primer gran valedor. El entonces entrenador del División de Honor Juvenil reconocía en aquel entonces que en cuanto vio el brillo de sus ojos detectó el talento que escondía e instó a Alberto Marcos a ficharlo sin demora. La apuesta fue automática y rotunda, dado que firmó directamente un contrato profesional.
Autor de seis goles en sus primeros 94 minutos como blanquivioleta, la escandalosa media fue decreciendo con el paso de las jornadas, aunque terminó la temporada con una cifra nada despreciable: diecinueve goles que se sumaron a los veintidós del pichichi Adrián Herrera, y sin jugar como delantero puro, sino unos metros por detrás del pistolero o actuando en un costado.
Veloz, pero sobre todo estilista, destaca precisamente actuando así, no como ‘nueve’. Técnico y móvil, llega a ser indetectable en zona de tres cuartos, o por lo menos difícil de frenar en su habitual contexto competitivo por los defensores, más aún cuando aparecen las sinergias con Dali, otro de los futbolistas importantes del conjunto de Javier Baraja (prueba de ello es que ambos han entrado en una ocasión en el once de la jornada de Pobla FM, medio especializado en el Grupo V de División de Honor).
Reconocido por sus rivales como uno de los mejores ataques de su liga, el Divi cuenta con tres mosqueteros, Dali, Álvarez y Rafa, que tienen en Víctor a su particular D’Artagnan. Eso debe ser en la presente campaña, el líder ofensivo en el plano goleador, en el cual por ahora no hay nadie destacado, pero también como canalizador del juego, como la principal amenaza que le facilite que el salto pueda ser definitivo en el futuro.
Lo circunstancial de su situación actual se prolongará por lo menos una semana más, como reconoció Miguel Rivera en la sala de prensa de Zorrilla. “En el tránsito del juvenil a esta categoría lo único que necesitan es una adaptación a la velocidad, a la intensidad. Él trabaja y entrena con nosotros y la semana que viene nos lo llevamos con nosotros”, garantizó el técnico andaluz en alusión a la visita del domingo al Navalcarnero.
Insistente en el trabajo diario y en la persistencia y humildad que debe tener su plantel, en los entrenamientos es habitual ver a Rivera encima de los más jóvenes, a fin de acercarlos lo más posible al nivel que deben tener para rendir en una categoría, como él, exigente. Y en ese contexto pasional el canario debe esforzarse para acumular más minutos.
Ya en la mayoría de edad, el brillo que percibió Víctor no debe apagarse; al contrario, debe resplandecer aún más para que el sueño del debut no sea solo el de la noche del sábado, sino el comienzo de muchas en las que la afición lo acompañe. De muchas en las que, ojalá, se cumpla con éxito lo de “uno para todos y todos para uno”.
