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Un sonrojo que el fútbol no debe olvidar

"Que haga lo suyo el karma. Que la figura que trascienda no sea solo la de O Fenômeno, sino también la de O Desastroso"

por Jesús Domínguez
25 de abril de 2025
Un sonrojo que el fútbol no debe olvidar

Foto: Real Valladolid

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Desde que anunció que dejaba la carrera por presidir la Confederación Brasileña de Fútbol, pareciera como si a Ronaldo Nazário se lo hubiera tragado la tierra. No habrá sucedido, seguramente, pero en esa fe de vida que son las redes sociales no ha vuelto a abrir la boca. Tampoco con el descenso del Pucela, que no es que sorprenda, ni tampoco que duela, aunque, si uno lo objetiva, es bastante triste el silencio de a quien debería importarle más, porque, seamos sinceros, si todavía no ha vendido, si aún nadie ha llegado a la cifra que pide por vender el club, sea cual sea esta, es precisamente por su inoperancia como propietario, y lo que es peor, como presidente.

A nadie pretende engañar el arriba firmante. Cuando Ronaldo llegó, yo también me ilusioné. Imaginen por un momento no hacerlo, cuando uno de los regalos a los que más cariño guardo de mi infancia fue una camiseta suya; trucha, que diría un argentino, con el estampado de un cromo de LaLiga sobre un fondo blanco. La imagen se fue difuminando a los pocos lavados, exactamente como la del mandatario que decía no haberse comprado un club para irse de vacaciones y luego, al más mínimo problema, a la menor crítica o incomodidad, se desenganchó.

Hay personas que trabajaron cerca de Ronaldo o que estuvieron en algún momento cerca de él que dicen que tenía grandes planes. Quizás lo que no tuvo -o tuvieron algunos de los que le rodeaban- fue la capacidad de entender que haber sido lo que fue no te garantiza nada: ni el éxito como gestor ni tampoco que besen por donde pisas. Puede que aquel paseo al más puro estilo Bienvenido, Mr. Marshall, cuando llegó, le diera pie a pensar que así sería. Sucede que no solo la ciudad fue levantada mucho antes de que él la pisara, sino que la burocracia, y eso se lo deberían haber dicho, es como es: no apta para voluntades volubles o para estrellas caprichosas.

A mí también me engañó; decía. Pasa a veces, sobre todo ante palabras grandilocuentes o figuras como la que fue él como futbolista. Me acuerdo en este punto de mi abuelo Pichi, que cuando abría los ojos, decía, “tu pantalla me engañó, pero ya no más”. Así me sucede, además, desde hace bastante tiempo. Una vez desterrado el ídolo, el mito, otro recuerdo merodea la mente de este friki en los últimos días, y es cómo resuelve Leónidas la traición del jorobado Efialtes en 300. “Ojalá vivas eternamente”, le espeta el rey, deseándole, sin llegar a verbalizarlo, que se vea convertido en paria, atormentado, o al menos arrinconado, por la fechoría a la que le llevó la pura ambición.

No es que a Ronaldo no se le permitiera tenerla, ciertamente. Dice mi abuela Concha que nadie da los duros a cuatro patacos; que nadie regala nada, y menos sin ser de aquí. El problema viene, vino, con su aburrimiento y con esa dejación. Es ahí donde a Ronaldo hay que desearle que viva para siempre como lo que ha sido (y es aún), como un presidente que vilipendió un escudo y a una afición, que pisoteó una historia, más grande o más pequeña, pero propia. Pero sobre todo, cabe desearle que nadie olvide el sonrojo de la temporada que acaba y que a efectos de competir ya terminó hace tiempo. Que, si un día retoma aquellas aspiraciones en Brasil, haga lo suyo el karma. Que la figura que trascienda no sea solo la de O Fenômeno, sino también la de O Desastroso.

El deseo de la memoria cabe hacerlo extensible a los jerifaltes que, en su ausencia, hicieron de la blanquivioleta un sayo, y también a los que no lo son tanto. Porque uno no sabe cuándo el Real Valladolid resurgirá (aunque un nuevo milagro de aquí a un año parece difícil), pero lo que sí sabe es lo sufrido por los 24.000 de la grada y por quienes estamos alrededor y vivimos -de- esto. Y sí, el errar es humano y todas esas cosas, pero hay quienes, en su felicidad, en el escondrijo por el que hayan optado o en el mismo césped, también han perpetrado el sonrojo. A todos esos que fueron indignos, con Ronaldo a la cabeza, va ese deseo: ojalá el fútbol os tenga en la eternidad. Con todo eso que Leónidas no quiso decir, y callando dijo, conlleve mañana.

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