En un momento doloroso como el que está viviendo el Real Valladolid y su afición, es lógico que cueste tanto poder mirar adelante, pero realmente es el único sitio al que se puede mirar. Pero sí es cierto que, en las últimas semanas, si hay una realidad que pueda ser considerada como una razón para la esperanza se llama Iván San José Cantalejo, aunque ya sabemos que todos le conocen ya como ‘Chuki’. Y eso en el camino de este Valladolid y del proyecto liderado por Ronaldo no ha tenido, en el terreno deportivo, razones para la esperanza.
Creer en Chuki
No han sido muchos los momentos brillantes del equipo y ni siquiera del jugador salido de la cantera del Real Valladolid, pero lo que está claro es que Chuki sí representa gran parte de lo que debería ser este equipo en el futuro inmediato.
Aunque el jugador todavía tiene que mostrarse más influyente en todos los sentidos y definir el jugador que puede llegar a ser, el valor real de este Chuki es, precisamente, entre líneas. Es un jugador con capacidad de sobra para inmiscuirse en el juego y sumar para superar líneas rivales y dar último pase. Algo que, de hecho, ha mostrado en esta última etapa en la que ha tenido más minutos, ha sumado mucho más en el equipo y ha acabado por significar una luz en un túnel oscuro, angustioso y constante.
Y, aún así, conserva la duda en el horizonte. Chuki es una rara avis. Un talento de los intangibles, pues no participan todo lo que quiere el público. Es de esos que esperan el mejor momento, mientras que el público, el aficionado, lo que quiere es que la tengan todo el rato. Se estima que un futbolista de campo entre en contacto con el balón entre uno y tres minutos durante los 90 que dura el partido. En ese tramo, a Chuki se le pide ser especial. Y tiene potencial para serlo.
Hay que recordar la proyección de un jugador que, además de contar para la selección española en sus categorías inferiores, suscitó interés de muchos de los grandes clubes españoles en etapa juvenil. Hoy, con 20 años, las dudas se amontonan, pero a la vez es capaz de despertar ese interés cuando está en las inmediaciones de esa zona en la que la zurda de Chuki es capaz de activarse para crear juego.
41’ ⎾1✕1⏋ ⚽ ▪ GOOOL
Gol de Chuki.#RealBetisRealValladolid pic.twitter.com/tyAjDv6Jyw— Real Valladolid C.F. (@realvalladolid) April 24, 2025
Porque si hay alguno de los jugadores de esta plantilla que mira al futuro es Chuki. Por capacidad, talento y facilidad para contribuir a nivel creativo dentro del equipo, Chuki debería ser el elegido dentro de los futbolistas que puedan tener un futuro en el equipo mirando a Segunda División. Incluso sin la certeza de que pueda ser quien parecía poder ser, la realidad es que este centrocampista tiene la posibilidad de dar un paso adelante. El azar y el devenir marcarán su camino.
En estas semanas, además, ha mostrado un pundonor distinto, un leve cambio. Un sonido de esperanza. Si alguien ha crecido en este último mes, cuando la desidia, los problemas y el enfado crecía en torno a la realidad de este equipo, es Chuki, que no se ha arrugado a la hora de mantener esa mirada limpia, esa actitud de juego y la dignidad en un equipo en el que nada de esto sobraba. Chuki ha seguido luchando. Chuki ha querido crecer. Y lo ha hecho.

Acercándose a esa zona en la que de verdad se le ven las virtudes, su clase no ha dominado, pero se ha dejado ver. Era difícil, por la incapacidad de este Valladolid para elevar la línea y vivir en la frontal o, al menos, en campo rival. Por eso, el mérito de Chuki es aún mayor, por mostrarse relevante en los peores momentos del equipo y querer tirar de un carro demasiado acostumbrado a que otros abandonen los estribos. De la titularidad a la mejora, acabando con un primer gol con el primer equipo que Chuki no olvidará jamás, para bien y para mal.
Pero no debe caer en saco roto que sea él el que provoque la última sonrisa en ese final angustioso que fue el Benito Villamarín. Él fue el que vivió en menos de dos horas la alegría de marcar el gol de un empate y la desesperación de saber que la lucha se acababa. Él fue el que más pudo identificarse con quienes, al otro lado, en la grada y en su casa, vibró con esas dos emociones en menos de dos horas.
Y, al final, Chuki ha acabado siendo mucho más que eso. Porque este final tiene un inicio claro en clave Pucela. Una leve ilusión de que todo lo mostrado en estas últimas semanas por parte de Chuki, de Iván San José, del chico que brilló con La Victoria, que se enamoró del fútbol en esta ciudad y que hoy deberá ser parte de la realidad de un equipo en declive que deberá crecer en torno a aquellos que sigan subidos al barco.
