El Real Valladolid Baloncesto confirmó este viernes su descenso a Segunda FEB, completando la obra trágica de Ronaldo Nazário. Después de una temporada calamitosa, en la que caminó siempre en el alambre, los peores presagios se cumplieron en Pisuerga con la derrota contra Menorca en un partido a vida o muerte en el que los blanquivioletas, otra vez, como tantas otras, no estuvieron a la altura. Este descenso se suma al del equipo de fútbol, que lo confirmó con cinco jornadas de adelanto y vaga por una Primera División que le queda muy grande.
Si Ronaldo quería dejar un legado, habría que preguntarle dónde ha quedado el -presunto- ánimo de hacer algo grande colgado, toda vez que la tendencia ha sido a descapitalizar competitivamente un club casi centenario al que había querido dotar de estructura con la sección de basket, abandonada a su suerte y que dejará de ser del Real Valladolid en verano, cuando el Ciudad de Valladolid volverá a caminar solo y, como reconoció hace un mes su presidente, Lorenzo Alonso, en los micrófonos de Radio Valladolid, con una deuda de 300.000 euros.
A estos dos desastres cabe añadir un tercero, que es la pérdida de categoría del fútbol femenino, una que no se dio en el campo, donde el Real Valladolid Simancas dignificó hasta el final el escudo como ya quisieran otros, sino por la decisión de no renovar tampoco el convenio con el modesto club del alfoz, al que estuvieron a punto de llevar a la ruina por, cuando menos, no ser claros a la hora de notificar las decisiones. A cambio de renunciar a un estatus nacional, el primer equipo blanquivioleta pasará a competir en la última categoría el año que viene.
Esta cuestión, que tiene como razón de ser que las plazas le pertenecen al Villa de Simancas, deja desnudo a un Real Valladolid indefenso ante la inacción de su propietario. Ciertamente, por el camino, a última hora, a los simanquinos se les compensó económicamente (mejor dicho; se cumplió con lo, al menos, sugerido). Y también el baloncesto vivió un periodo de integración en el club en el que se podía hablar de apuesta. Hasta en el equipo de fútbol se acometieron traspasos como hacía tiempo que no. Nada de eso ha sido, a la postre, suficiente.
Gracias, afición, porque nos lo habéis dado todo y no hemos estado a la altura.
No era el final que esperábamos y mucho menos el que merecíais. Volveremos. pic.twitter.com/hLta8ougHK
— UEMC RV Baloncesto (@RVBaloncesto) May 9, 2025
Del Ronaldo magnánimo a los tumbos
Valladolid, allí donde se dice que se habla el mejor español del mundo, vetaría si pudiera la palabra “legado”, igual que muchos de sus aficionados declararían oficialmente ‘persona non grata’ a aquel que recibieron con alegría, y con razón, porque sus intenciones, o eso dijo y se decía, pasaban por hacer del Real Valladolid no solo un club histórico, que no era y lo es, sino también grande desde el punto de vista de los logros deportivos. De eso nada queda, sin embargo; ni siquiera las obras en Zorrilla y en la ciudad deportiva se le pueden imputar exclusivamente a él, como tampoco la profesionalización de la entidad, algo que LaLiga ha impuesto a todos sus participantes.
A su llegada, Ronaldo fijó cuatro principios que iban a definir su mandato: “Competitividad, transparencia, revolución y social”. Lo hizo en el Ayuntamiento, donde prometió crear “muchos proyectos” para beneficios de todos y crecer “hasta donde las ilusiones lo permitan”. Lo de crecer, sin embargo, no se dio: si se va, lo hará con el club deportivamente peor de lo que lo dejó. Proyectos acometió, sí, pero no los grandes, algo que, dicho sea de paso, es imputable a un desconocimiento manifiesto de la burocracia española y a ideas del todo irreales.
Cuando no fueron los radicales de los aficionados, fueron Óscar Puente y sus secuaces los que no entendieron esas intenciones. El traslado de quien ha trabajado con él de que Valladolid es un sitio complicado denota que, además de desconocer su idiosincrasia y algunas reglas que detuvieron intenciones como la de comprar el estadio, fue un mal estudiante, que, cuando vio que no podía jugar como él quería, se apartó. A la postre, la sensación es que Ronaldo quiso ser el rey Midas, y al final, suerte tendrá Valladolid si no es su Atila, vistos el desnorte y la deriva deportiva a la que esta nefasta temporada de inoperancia por su parte le ha abocado.

 
			