El Real Valladolid Promesas ha de buscar en el año nuevo aproximarse a lo logrado en el viejo, fundamentalmente a través de la obtención de la salvación

En 2015, el Real Valladolid Promesas continuó con la linea ascendente establecida en 2014 con el ascenso a la Segunda División B. Aunque fue de más a menos, la valoración del filial blanquivioleta en el año que se ha ido no puede ser mala, ya que consiguió el objetivo de la salvación, y si no surtió más o de más jugadores al primer plantel fue, simple y llanamente, porque sus entrenadores no quisieron.
En este contexto, y aunque lo último siempre es lo que más recuerda uno, y lo último es que el equipo ocupa a día de hoy puesto de play-out (o sobre todo por es), al 2016 solamente se le puede pedir que sea un año semejante, que se le acerque, por lo menos en lo fundamental y que concierne a la competición: la permanencia.
En los tiempos que corren, de crisis innegable, por aquello de que el club todavía anda pendiente de los pagos derivados del proceso concursal, tener al filial cuanto más arriba sea posible es muy necesario.
Cierto es; la propia entidad no parece concebirlo así, o por lo menos proyecta todos sus esfuerzos en otras cuestiones más prioritarias o perentorias, teniendo en cuenta que en el verano de 2014 redujo en un setenta por ciento el presupuesto con respecto al último año en Tercera División y a que en 2015 le pegó un nuevo mordisco del 16’7%.
Pese a esto, el filial ha venido compitiendo en el último año y medio, pero debe seguir haciéndolo e incrementar su rendimiento. Así, al 2016 cabe pedirle otra salvación, que puede y debe llegar ineludiblemente a través de una mejora en las prestaciones de jugadores como Renzo Zambrano o Caye Quintana, llegados a priori para competir y sumar en el primer equipo y quienes, sin embargo, están decepcionando en el mismo filial.
En la segunda mitad de 2015, el Promesas ha adolecido de creación y gol, los dos campos en los que Renzo y Caye deberían destacar, precisamente. Y si esto se dice así no es por capricho: es que es por quien se apostó, por aquellos por los que se cambiaron los huevos de cesto. Junto a ellos, otros como Espinar, Toni, Dani Vega o Mayoral deben dar un paso adelante, por el bien general y el suyo propio.
De ser así, de incrementar su nivel sobre el tapiz, quizá alguno tenga opciones de asomar como lo han hecho Ángel, José o, casi obligado, Julio. Al fin y al cabo, pese a que la apuesta nunca es decidida, si hay algo claro es que el momento nunca será el adecuado si uno no está en su lugar adecuado y de capacitación.
El reclamo de un mayor aprovechamiento de los recursos de la base no es baladí, ni una petición populista: es una cuestión de coherencia, teniendo en cuenta, justamente, los problemas en la economía del club y que el potencial es real. El estirón final, la ruptura definitiva en jugadores de élite, no llegará jamás si estos no compiten donde, por condiciones, deben.
Por eso, también, es fundamental la permanencia en la Segunda División B del Real Valladolid Promesas. Para evitar que se sigan perdiendo jugadores con condiciones, de la actual y otras generaciones posteriores, debido a un proceso de estancamiento evidente que a veces –muchas– deriva en una mala toma de decisiones; véase los casos no muy alejados en el tiempo de Lolo, Zubi o Pesca.
En conclusión, que 2016 sea un año parecido al anterior depende del esfuerzo de todos; de que los jugadores crezcan en el campo y de que la entidad sepa ver ese crecimiento, sobre todo si hay salvación de por medio. Lo individual y lo colectivo han de ir de la mano para que exista un refuerzo… que ojalá llegue también por medio de una mayor apuesta del club ya de cara a la segunda mitad del año entrante.
