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Algo a lo que a sacar lustre

por Jesús Domínguez
22 de abril de 2012
en Sin categoría
V años ascenso2

Jorge Delgado y Arnu, mano a mano en Zorrilla

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Chuki marca otro gol de tres puntos

Se cumplen cinco años del último ascenso del Real Valladolid, última gran alegría vivida en la capital del Pisuerga gracias al equipo de los records que dirigió José Luis Mendilibar.

 

V años ascensoVeintidós de abril de 2007. Heliodoro Rodríguez López. Primer match ball para el Real Valladolid. Primera oportunidad para que la matemáticas conviertan a los blanquivioletas en equipo de primera división casi tres años después de su último descenso.

Han sido casi tres campañas de travesía por el purgatorio. Ese purgatorio que para equipos de tradición celestial es casi un infierno. Hasta entonces había disputado ciento diecisiete tristes encuentros, maquillados en su último tercio por un conjunto en toda regla, por el sorprendente hededero de dos abortos de ello.

Un sexto puesto y un décimo habían dejado bastante baja la moral pucelanista. Como para no, claro. Treinta derrotas en la segunda división y una segunda temporada en la que la salvación llegó en pleno Mundial, en uno de aquellos en los que el balón aún no amaba a España, hacían que en Zorrilla hubiese poco ángel.

José Luis Mendilibar al mando. Un entrenador comido por un vestuario en Bilbao, pero casi milagroso en Eibar. Jacobo ve como un cromo de Alberto en la Real se conviert en carne y hueso. Un tal Iñaki Bea acompaña al sheriff, a García Calvo. Álvaro Rubio, primo del silencio, a un pulmón con patas que no sirvió al Madrid.

Álvaro Antón es el hombre. Asier, la cantera. Como Javi Baraja o Rafa. Marcos sigue siendo eterno en su carril y Sisi, un pequeñajo al que el míster cambia de nombre, corretea como si su banda fuese el patio del colegio. Víctor imparte cátedra en el coto en el que caza el diez. Con él -y sobre todo, los defensas de él- se cansa Llorente, uno de tantos delanteros de segunda que no sirven para primera.

El luego llamado por algún imbécil sargento Chusquero sale con Alberto; Gonzalo Vicente, Pedro López, Iñaki Bea, Baraja, Pedro López; Capdevila, Iván Hernández, Álvaro Rubio, Sisi; Víctor y Llorente. Más tarde saldrán Alberto Marcos, Borja o Manchev.

No es su once tipo, pero se muestra igualmente competitivo. Prueba de ello es que a los once minutos amenaza con ponerse por delante. Lo hace doce más tarde, cuando Víctor hace lo que Llorente no pudo, enviar a la red un buen centro del hoy xerecista Capdevila.

V años ascenso1Tres centenares de vallisoletanos enloquecen en la grada. Muchos más en sus casas, pegados a la radio. Se vuelven de atar cuando Manchev, llegado en el mercado invernal, cierra partido y ascenso a un minuto para el final, después de fallar ante Bernardo él mismo, Capdevila o Víctor.

Ocurrió en su primera oportunidad de machada. Hasta el final de campaña no bajarán el pistón. Nadie creía en ellos cuando todo empezó, pero ellos convirtieron a la hinchada en creyente. A golpe de récord pasaron a la historia, aun cuando la historia parecía reservarles un lugar junto a la mediocridad.

Pasaron de largo ante la placa sin nombre, como se decía que era la propia plantilla, y decidieron sacarse lustro a sí mismos. Dirigidos por alguien a quien se sigue idolatrando en Pucela, rompieron unos moldes con forma de compromiso, de lucha y entrega.

Fue el equipo que más ganó y el que menos perdió. El que menos goles recibió, y el segundo que más marcó. Nadie hizo más puntos fuera de casa, ni tampoco nadie aguantó su meta imbatida durante más partidos, pese a que diferentes problemas llevaron al once a un imberbe.

Veintidós de abril de 2012. Han pasado ya cinco años de aquello. El equipo, por desgracia, volvió al infierno. Apenas un par de supervivientes mantienen viva la llama de aquel ascenso en una plantilla llena de héroes, que trabaja con héroes y que responde a un técnico que amenaza con ser lo que un día fue Mendi.

Hoy no habrá ascenso. Tampoco mañana celebración. Quizá a final de temporada. Por ello se lucha. Como entonces, hasta la extenuación; con compromiso y entrega. Con la máxima “Somos Valladolid” por bandera, estandarte que, sin saberlo, entonces el equipo portaba allá donde iba.

En primera la experiencia duró lo que duró su hacedor. Cuando un tal Roberto decidió rodear de bailarinas al gladiador, cuando al gladiador le hicieron la cama y un puñado de malos profesionales se iban a ella demasiado tarde, aquel histórico equipo se desvaneció.

In extremis, llegaron antes dos permanencias. Huelva y Sevilla vieron agonizar a los cebollos, los mendrugos y el entrenador del pueblo. Un buen día alguien quiso dar un salto hacia adelante, y lo que delante hubo fue un abismo del que hoy se intenta salir.

Ha pasado el tiempo. Pelillos a la mar. Poco importa -al menos a quien escribe- quién se equivocó entonces, quién se desvió del camino. Lo verdaderamente relevante es aquel gol de Víctor; el de Manchev. Lo que hoy se recuerda es aquel a quien muchos daban por retirado bajo los palos, a García Calvo impartiendo su ley o a Iñaki Bea haciéndolo a su manera.

Da igual quién resquebrajó aquel grupo de amigos. Lo importante es que existió. Que Sisi empezó a mostrar su hiperactividad, que Llorente se dejaba el resuello en cada carrera, como Borja. Que Álvaro Rubio, en silencio, disfrutó de lo que este año se espera que ocurra de nuevo.

En los siguientes años de llanto y sufrimiento, aquellos records se han visto como algo a lo que sacar lustro. Hoy, un ídem después de que se fraguase el último ascenso, que su hito siga presente convierte esta efeméride en aún más grande. Es de recibo, casi obligatorio, sacarle brillo. Disfrutar del recuerdo en la esperanza de que los soldados de Djukic, como en su día hicieron Mendi y su tropa, devuelvan la fe a una ciudad; a una ciudad a primera.

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