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No son monstruos, pero pueden serlo

por Jesús Domínguez
20 de octubre de 2012
en Noticias
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El Málaga da la vuelta al gol inicial de Manucho en un mal partido del Real Valladolid, o cuanto menos atípico.

 

Isco3
Foto: Marca

Servidor de ustedes jamás leyó El Quijote. Ni tan siquiera en el instituto. Mi mayor acercamiento se produjo por medio de la lectura de una antología. Obligada, para la realización de un trabajo. E inacabada. Que si ahora paso dos páginas, que si este capítulo me sobra, que si leo en vertical… Qué le vamos a hacer. En esta vida no se puede ser perfecto. A veces, ni siquiera puede uno aspirar a serlo.

Si llegado este segundo párrago sigue leyendo, por favor, continúe. Y discúlpeme. Este espacio está para hablar de un partido de fútbol, y no de la obra y milagros de ningún imbécil. Pero es que a veces conviene hacer retrospección y pensar en las veces que se apostó por el camino más corto hacia el éxito antes de criticar que los demás lo hagan.

Dicho esto, el hecho de no haber terminado jamás la obra de Cervantes no implica que desconozca la historia. Más allá de estar familiarizado con alguno de sus pasajes convertido en tópico, acostumbro a utilizar una metáfora que hace referencia a las alucinaciones del ingenioso hidalgo. En fin, vuelvo a lo nuestro, que me desvío.

En ocasiones, decía, uno apuesta por una lectura diagonal o vertical para allanar el angosto terreno. Otras, decide prescindir de algo que en realidad no sobra. Y, cuando se trata de hacer uno de esos aburridos trabajos para el profe peñazo de turno, lo normal es que pase el trámite. Pero cuando lo hace a las puertas de un examen, la historia cambia.

Cuando enfrente hay una prueba de mayor rango se puede tropezar. De hecho, se tropieza. En el fútbol, a menudo, dicho sea de paso. Y el que no lo crea, que piense en el Real Valladolid. Un buen día cayó en la cuenta de que apostar por una menor horizontalidad podía dar buenos frutos, y al siguiente se dijo “¿por qué no repetir?”. Y, a fuerza de mirar hacia adelante, erró. O al menos eso dice el resultado.

En Málaga, Miroslav Djukic acrecentó sin éxito esa tendencia reciente al pragmatismo y la verticalidad. Para más inri, decidió saltarse las páginas que cuentan que Jesús Rueda es el central con mejor salida de balón. Y, para colmo de males, pasó por alto el capítulo que relata las gestas del equipo, basadas en parte en el juego de Óscar por detrás del delantero, y no en paralelo a él.

Los de Pellegrini se parecieron en los albores del encuentro al típico maestro con cara de bonachón al que toma el pelo todo el mundo. El gol de Manucho convirtió en bueno el planteamiento pergeñado por el almirante para combatir el preciosista juego entre líneas malacitano, basado en dos líneas bien juntas que cerrasen espacios, principalmente a Isco y Portillo. Recuperado el balón, la idea era que Sereno y Baraja saliesen en largo para el angoleño o para El Mago, desaparecido sin posesión en sentido amplio.

La ausencia de Álvaro Rubio invitaba en parte a ello, aunque solo en parte; y aunque Manucho ‘manda’ contextualizar, en puridad no debería obligar tanto. Y en el contexto atípico, el Real Valladolid no se pareció siquiera a su sombra, hecho constatable cuanto mejor jugaba el rival y acrecentado primero con el gol de Isco y más tarde -y sobre todo- con el de Joaquín, que terminó por convertir estropear el encuentro y la propuesta.

Con todo, el blanquivioleta fue un equipo plano y sin posesión, que achuchó por momentos, pero que lejos de buscar ser el más inteligente de la clase, solo intentó ser el más listo. Y como en realidad enfrente no había un pobrecito profesor con corazón, sino todo un equipo de Champions, al final la estrategia fue tan inútil como cualquier lágrima de cocodrilo frente a la señorita Rotenmeyer.

 

Los monstruos y los molinos

Manucho9
Foto: El Norte de Castilla

Decía más arriba que en esta vida no se puede ser perfecto, y también que a veces uno no puede ni aspirar a serlo. Quizá alguien discrepe en lo segundo, pero un ejercicio de frialdad y realismo entenderá que los mimbres que maneja Djukic no son (de ordinario, y en esta ocasión incluso menos) siquiera para asomarse a la perfección. Y como los mimbres del Málaga son de mayor calidad…

Decía también que pese a no haber leído El Quijote, en ocasiones utilizo -disculpen la enésima primera persona- un juego de palabras referente al ingenioso hidalgo. “Son molinos, y no monstruos”, vengo a decir cada vez que topo con una exageración. Y sobre el partido del Valladolid en Málaga, la tendencia, por la renuncia de los vallisoletanos a intentar desplegar su fútbol, puede llevar a exabruptos varios.

Con esta idea se invita a opinar con equilibrio, con ponderación; con objetividad, incluso. En lo relativo al partido de La Rosaleda, la monstruosa opinión quizá sea la anterior, la que expresa y hace ver a un Real Valladolid desdibujado, casi desastroso. El molino, mientras, no es de viento, sino de creyentes y opinadores que restan hierro al juego poco vistoso y el resultado final por la entidad del rival.

En realidad, como siempre, la virtud está en el término medio. No hay monstruos, sino un equipo cuyo planteamiento atípico funcionó en uno de los campos más difíciles de la Primera División durante mucho tiempo. Aun así cayó, pero lo hizo simple y llanamente por la mayor calidad del rival, como ya había ocurrido en el Calderón. Dicho lo cual, ver solo el molino puede hacer caer también en el equívoco, ya que a veces el grano sufre plagas.

Ciertamente, en el caso de los soldados de Djukic todavía no se ha alcanzado una gravedad tal. Pero si no se hace autocrítica y se reconocen los dos últimos malos partidos, los errores pueden terminar devorando los aciertos; en Málaga, pocos. Fuera o no penalti de Sereno, Joaquín tiró y falló. La expulsión de Manucho, aun pudiendo ser rigurosa, se reconocería siempre que fuese para un rival. Por tanto, el árbitro no es tampoco excusa. Ni las bajas.

Dando por sentado que el equipo puede ser vertical, lo que no debe es dejar de intentar hilvanar. Lejos de cambiar y caer como en Madrid y Málaga, convendría matizar como contra el Rayo y volver a la idea primaria de juego, que para el caso sería algo así como leer la antología de El Quijote completa.

Que es lo más conveniente no lo dice quien escribe, sino el juego y los resultados últimos. Cada partido en Primera es un examen ante el más duro de los catedráticos. Mejor será no cerrar los ojos: el viento que sopla puede ser de un molino… pero también de un hoy lejano descenso.

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