El Real Valladolid deja escapar en cinco minutos el buen trabajo hecho en un partido en el que pudo matar al Getafe, pero en el que volvió a adolecer de falta de pegada, en la mayor extensión del término.

Omar Ramos falla en lo que podría haber supuesto el cero a dos para el Pucela. Pim. El pequeño Balenziaga se empareja con Alexis, el mejor cabeceador del Getafe, y Dani no sale. Pam. Lafita conduce de fuera a adentro y nadie le entra. Pum. Todo lo positivo hecho se esfuma por el sumidero.
Es verdad, dicho así suena a fatalismo. A comentario de agorero que echaba de menos expresarse a gusto en un contexto más optimista y poco propicio a permitir salidas de tiesto al pesimista de turno. Pero, sin pretender caer en la reducción de un buen partido al absurdo, al mero error, conviene recordar que en Primera hay que rozar siempre la perfección y jugar con los ojos inyectados en una sangre precisa.
No es que haya que montar cirio alguno. Todavía no ha habido tempestad por la que el Real Valladolid deba encomendarse a Santa Bárbara. Pero ni el savoir faire que suele mostrar el equipo que dirige Miroslav Djukic ni los milagros que el almirante hace con una plantilla como la actual deben ser argumento que llame al silencio a gritos.
Los blanquivioletas carecieron de mordiente y mala leche suficientes para ser capaces de matar al Getafe cuando peor estaban los azulones y para encimar de manera que no llegase siquiera uno de los dos goles, a poder ser los dos. Y no por ello el juego es peor, sino peor el resultado. Pero vayamos por partes.
Salió dominador el equipo de Luis García Plaza, que dispuso en la primera media hora de varias oportunidades para ponerse por delante. La más clara, una vaselina de Jaime Gavilán que Jesús Rueda impidió que se colase en la meta de un Dani Hernández que salvó a los suyos en otras dos ocasiones.
Miguel Ángel Moyá hizo lo propio minutos más tarde con los del sur de la capital, pero no pudo hacerlo en el último halo de vida del primer periodo, cuando su rechace ante el disparo de Ebert cayó a los pies de Óscar -que había iniciado la jugada- después de una buena presión ejercida por Manucho y el salmantino adelantó a los de blanquivioletas.
En la reanudación, el Real Valladolid continuó mandando, como en el último tercio de la primera parte, y pudo anotar el segundo, pero el tiro de Omar Ramos se estrelló en el larguero. Antes, el propio jugador canario cayó ante Pedro León dentro del área en un penalti tan absurdo que Clos Gómez no tuvo a bien señalizarlo.
De nuevo, como ante el Valencia y en otras ocasiones anteriores, los soldados de Djukic hicieron dieta blanda del gol. Picotearon, apenas; cuando el ansia de tres puntos debería apremiar y hacer que buscasen con mayor ahínco la meta rival. No es que renunciasen a atacar, ni mucho menos; simplemente crearon poco en cantidad y sin excesiva calidad.
Entonces a Luis García Plaza le dio por colocar a Abdel Barrada en la base y a sustituir al desacertado Diego Castro por Lafita, permutas que dinamitaron el encuentro, no tanto porque hiciesen los partidos de sus vidas como porque con el magrebí el Getafe creció y el exzaragocista haría a la postre el gol de la victoria local.
Se lanzó de fuera a adentro, abriéndose hueco entre Rukavina y Víctor Pérez, incapaces de frenarlo y casi ni de hacer el ademán, y colocó el balón al palo contrario, a la izquierda de la meta de Dani Hernández, que nada pudo hacer ante la bella factura de una jugada probablemente evitable, si no en la ejecución, sí en el resultado.
Antes de que el banquillo azulón se hiciese valedor de tres puntos, Alexis devolvió de manera momentánea uno al casillero a balón parado, en una jugada vista en las últimas semanas en los partidos del Real Valladolid. Defensa zonal, pantalla a Dani, balón del rival al segundo palo y, oh, casualidad, el mejor rematador termina emparejado con un pequeño incapaz de frenarlo.
Cuando Lafita cerró la remontada cuatro minutos después, el look ‘No woman, no cry’ peinado por Manucho no se encontraba ya en el césped. A su sustituto, Javi Guerra, toda la hinchada vallisoletana le dijo en silencio “hoy es tu día”, pero no lo fue, lo que por su carácter diésel podría no ser noticia, pero lo es porque ha transcurrido ya el primer tercio de campaña y sigue sin ser más que ‘batallita’.
Estuvo, pero no existió. En su descargo hay que decir que, en lo restante, no existió el equipo de la dieta blanda, un conjunto que volvió a ver como la falta de un colmillo torcido le castiga con una derrota que quienes hablan de justicia en el fútbol probablemente considerarán desmedida.
No obstante, no hay de qué preocuparse. O eso dice la posición en la tabla, aún cómoda. Aunque si uno ve determinados vicios en defensa… Para solventar los problemas en ataque, con Guerra, la madre de un servidor de ustedes tiene un remedio. O, bueno, un remedio para otra cosa, pero que, quién sabe, quizá aquí funcione.
Cuando la madre de quien escribe no encuentra las llaves durante un rato largo, coge un pañuelo y hace varios nudos a la vez que dice “Pilatos, Pilatos, los cojones -con perdón- te ato, hasta que no encuentre las llaves no te los desato”. Por si funciona, como remedio casi desesperado, este humilde cronista ya ha atado un clínex cambiando su ‘no encuentre las llaves’ por un ‘hasta que Guerra no vuelva’.
