El Real Valladolid cae en el Camp Nou por dos goles a uno en un partido de escaso brillo ante un FC Barcelona que al término del encuentro recibió su título liguero.
Lo mejor del partido del Real Valladolid en el Camp Nou es que está salvado. Desde hace una semana, de hecho. El tiempo justo para que el fútbol haya empezado a dar algo así como pereza.
Da la sensación de que se vive mejor en Taquicardia, un par de kilómetros al sur de Tranquilidad; de que es el blanquivioleta un club maniático, al estilo de Jack Nicholson en ‘Mejor imposible’, desorientado si la chavalería le deja sin esa mesa en la que se suele sentar y pedir siempre el mismo almuerzo, que come con sus propios cubiertos.
Pero, con todo, hay que ver qué placentero resulta disfrutar aburriéndose. Qué bello es saber, a falta de dos partidos para que termine la Liga, que aunque pierdas el antepenúltimo, incluso si es por goleada, no sufrirás. Este placer, no obstante, deja ganas de más. Porque seguro que más de uno esperaba algo diferente, más cercano a la imagen que los soldados de Djukic dejaron en el Santiago Bernabéu.
En contra de lo habitual, el Pucela salió apático y con ganas de que fuera el resultado el maquillaje que embelesaría al vulgo, y no el juego. Como si, de repente, ser resultadista molase. Y no. Aunque, bah, tampoco se puede clamar en exceso ante un equipo que, aun cuando se es infiel, salta al verde a batirse el cobre con el campeonísimo y no sale goleado.
Cierto es que el Barça tampoco hizo gran cosa. Dominó, vaya, porque es lo suyo, y tuvo alguna ocasión durante la primera mitad para doblegar a Jaime antes de que lo hiciera Pedro, ese hombre que es puñal con España y, esta campaña, navajita plateá de azulgrana. Llegó este gol precedido de un error en la salida de Rueda y en el atajo del meta, que titubeó de nuevo, por suerte, sin tiempo para que los agoreros vuelvan a las trincheras.
Ya al borde del descanso, Xavi dio una segunda asistencia, esta vez a un exazulgrana como Marc Valiente, que hizo el enésimo gol en propia meta del curso blanquivioleta para poner aún más fáciles las cosas a un rival que, entre gol y gol, sin exigirse demasiado, tocó y creó un peligro con una timidez que perdió en la segunda mitad, en la que dispuso de diferentes ocasiones para ampliar la renta.
El intento de salir con el balón jugado, desde atrás, no surtió demasiado efecto en un Valladolid que jugando bien juntito, lo hizo bien en labores defensivas, pero que, mientras el Barça se gustaba e intentaba acompañar el título liguero de una goleada (eso sí, al tran-tran), no fue capaz de encontrar a Óscar, Larsson, Omar o Bueno.
Antes del final, Montoya hizo un claro penalti a Manucho que Víctor Pérez se encargó de materializar de manera magistral, en su única aparición nítida en televisión. Pero ni con fe recogió el Pucela el balón de la meta de Valdés. Se conformó con aguantar y perder por la mínima allí donde, quizá, habría sido más divertido caer goleado. Pero, en fin, como decíamos ayer, aburrirse así es un placer.
