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Un entrenador ¿defensivo?

por Jesús Domínguez
18 de junio de 2013
en Sin categoría
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A pesar de la fama que le precede por su reciente etapa en el Levante, José Ignacio Martínez gusta de un juego de toque, ofensivo, que se resume en una frase que, en el pasado, repitió varias veces: “Yo tiro las carretas pa’rriba”.

 

JIMPuede no parecer demasiado halagüeño que un entrenador se presente a sí mismo como alguien que, puestos a hablar de dibujos, prefiere dividir a su equipo en dos líneas de cinco. Porque en los tiempos que corren el aficionado pide más. Hacia arriba, hacia posiciones ofensivas. Hacia un romanticismo que, cuando quien lo practica es humilde, puede triunfar, como el Rayo Vallecano en la campaña recién expirada, aunque lo lógico suele ser que acabe siendo tildado de suicida. También, como el Rayo de Paco Jémez.

Sucede, sin embargo, que la primera impresión no debe ser jamás la única a la hora de emitir un juicio. Principalmente porque, aunque el nuevo entrenador del Real Valladolid, Juan Ignacio Martínez, guste de un orden defensivo tal que bien podría dividir a su equipo en esas dos líneas de cinco, esto no implica que sea un tipo de los llamados amarrategui, por más que esa sea la fama granjeada en su Levante.

JIM, como se conoce comúnmente al técnico alicantino en el fútbol español, prioriza el orden y, como otros muchos entrenadores, vertebra sus equipos sobre el bloque central defensivo: véase, el portero, los centrales y al menos uno de los dos centrocampistas. Así, en el Ciutat de Valencia, las bases de su equipo se sentaban sobre Munúa, Ballesteros e Iborra, principamente. Y, con todo, esto no lo convierte en reservón, per se.

 

La pizarra de JIM

Como jugador, Juan Ignacio Martínez no alcanzó más que la Segunda División B. “Será que era muy malo”, acostumbra a decir con sorna un hombre que llegó a los banquillos por casualidad, cuando, en Torrevieja, su entrenador le propuso hacerse cargo de manera eventual del equipo juvenil, una tarde en la que el técnico principal no podía dirigir la sesión.

Aquella primera práctica, “casual”, fue la semilla de lo que es hoy. Pero vayamos por partes.

JIMCuando empezó a dirigir en el fútbol base, en Torrevieja, su apuesta clara fue por un dibujo tan ofensivo como el 3-4-3, al que, más tarde, no dio continuidad por considerarla “demasiado arriesgada para el fútbol de élite”, si bien, en pasadas experiencias, ha demostrado que aquellos albores suicidas germinaron en un técnico algo más contenido, menos kamikaze; pero igualmente ofensivo.

A su llegada a la última plaza que ocupó, reconoció que, si sobre el campo debía haber tres líneas, las dos primeras serían de cuatro y en vanguardia jugarían dos hombres, bien en paralelo o bien el uno detrás del otro. Lo que, dado lo líquido del fútbol, puede mutar en un 4-2-3-1 en la actualidad tan manido.

Es así como jugaba su Levante, con cuatro zagueros y dos centrocampistas de los que al menos uno acostumbraba a ser especialista en labores defensivas, Diop, y el otro, el indispensable, Iborra, de unas cualidades físicas y lectura tales que, en caso de necesitar guardar las espaldas a algún expedicionario, podría ser el quinto hombre de la primera línea.

¿Y por delante? Magia. Más o menos contenida. Cuestión de nombres, más que de conceptos. Barkero, Valdo, Míchel, Juanlu, Pedro Ríos… y el propio Iborra ejerciendo de bisagra. Aunque por encima de los jugadores se encontraba una intención, oculta tras la contundencia mostrada en defensa: la de crear fútbol en tres cuartos, aun cuando la capacidad del punta de ser profundo invitaba a la fama que trae JIM a Pucela, a dar un pelotazo.

 

Defensivo solo por obligación

Ilustrador Manuelsart.com

Este cliché, más o menos ajustado a la realidad, guarda relación con la capacidad de adaptación que el entrenador alicantino mostró para con sus jugadores. Lejos de empecinarse en su creencia de que el fútbol debe ser eminentemente de toque, supo acoplarse a un equipo cuyas características pedían otra cosa, cuestión que es de dominio público, ya que en diferentes intervenciones públicas el propio Martínez reconoció que así era, que aunque sus preferencias pasaban por la combinación, en el Levante debían primar el repliegue y el contraataque.

“Me gusta ocupar el campo, salir jugando desde atrás, aunque depende de las características de los jugadores. No me gusta colgarme del larguero, aunque a veces hay que jugar con un repliegue en tres cuartos o con un repliegue intensivo”, explicó a su llegada a Valencia, meses después de, en el Ciutat, hacer subir a su meta en la última jugada del encuentro.

Este hecho da buena cuenta de su ambición, para muchos matizada en el bloque difícil de penetrar del último equipo al que dirigió. Pero no es un mero brindis al sol. En más de una ocasión, ha señalado a Johan Cruyff como su principal referente en los banquillos y acostumbra a incluir en sus presentaciones, allá donde le piden que dé una conferencia, jugadas del Fútbol Club Barcelona o del Arsenal inglés.

Si uno echa un vistazo a ruedas de prensa pasadas o a alguna de esas conferencias, oirá como el nuevo técnico del Real Valladolid dice ser de los que tiran “las carretas pa’rriba” y preferir un cinco a cuatro sobre un uno a cero. Palabras, solo palabras, puede pensar alguno… que no viera el fútbol que practicaba el Cartagena que dirigió, que tan cerca estuvo de ascender a Primera División.

Su manera ‘ideal’ de defender es con la posesión, aunque no está en contra de hacerlo “parad0”, pues, como él mismo reconoce, defender “también es un arte”. Uno que no practicó en sus diecisiete años entrenando en fútbol base. Uno en el que, si de nuevo muestra la capacidad de adaptación que se le vio al llegar a otros banquillos, dados los mimbres con los que empezará a contar en Pucela, no se prodigará en exceso.

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