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“¿Por qué el fútbol? Porque nos ayuda a vivir mejor”

por Jesús Domínguez
21 de julio de 2013
en Noticias
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Serafín Sánchez, Santiago Navajas, José Luis Muñoz de Baena y José María Enríquez intentan dar respuesta a la pregunta propuesta en el curso de verano de la Univ. Europea Miguel de Cervantes desde el punto de vista filosófico.

 

Platón en AnfieldSi hay alguien que en puridad puede responder a la pregunta ‘¿Por qué el fútbol?’, lanzada por la Universidad Europea Miguel de Cervantes en el curso de verano celebrado en Urueña, es un filósofo. Aunque, por si uno no fuera suficiente, la organización decidió enfrentar -siempre desde el punto de vista dialéctico- a cuatro; dos aficionados al deporte rey y otros dos críticos para con el balompié y su entorno.

Para José María Enríquez, la pregunta no debe ser por qué, sino para qué. La respuesta, en su opinión, para desviarse en lo tangencial, dejando a un lado cuestiones más relevantes a las que debería atender el ser humano como ser racional. “En 1970, cuando Brasil ganó el Mundial de México, la gente salió a la calle a celebrarlo, cuando se encontraban en un contexto de dictadura militar. Este mismo año, después de ganar la Copa Confederaciones, las protestas en Brasil quedaron minimizadas por la victoria, ya que en la calle se mezclaron los que protestaban y los que festejaban. Está claro que, mientras hablamos de fútbol, descuidamos lo importante”, reflexiona el filósofo.

En opinión de Santiago Navajas, autor del libro ‘De Nietzsche a Mourinho’, atender a ambas cuestiones es posible, sin embargo. “Como en el ser, existe una gradación en la importancia que no impide que por hablar de fútbol dejemos de considerar que la política es importante”, opinión pese a la cual el propio Navajas considera que “nos tomamos el fútbol demasiado en serio”.

José Luis Muñoz de Baena así lo cree también, aunque él discrepa en lo que concierne a la gradación. A su modo de ver, “hemos sustituido la vida política por la futbolística. Como cultura de masas, el fútbol es bueno, pero también malo, porque, aunque nos proporciona una vía de escape ante los problemas, también tiene un lado perverso, porque nos anestesia y nos distrae de lo que es realmente importante”.

Esta visión del balompié como algo ambivalente la tiene también Serafín Sánchez. La explicación la encuentra en hechos tan dispares como la tragedia de Heysel, producida en 1985, provocada por los aficionados del Liverpool, y en la final de la Copa de la UEFA que se disputó dos años más tarde, en la que la hinchada del Dundee United rindió homenaje a su rival, el Göteborg, después de ser derrotados.

“En ese momento entendí que el fútbol tiene que servir para educar. Creo que es un aliado fundamental, un arma para educar que debe ser utilizada”, explica, si bien reconoce que ha dejado de acudir a los campos “por lo que oía y por lo que veía, incluso en el fútbol base”, sin más añadidura, aunque, por la renuncia a la vivencia cercana, se entiende que no eran precisamente ni palabras ni hechos excesivamente agradables.

“El fútbol nos conecta con la tribu y con el ancestro. El ser humano busca la colectividad perdida en la cultura. El fútbol lo es, pero solo en la medida en que emana del pueblo. Aunque, desde ese punto de vista, podríamos decir que también la ablación en Mali es cultura”, ironiza Muñoz de Baena, que critica que, como deporte de masas, “eleve a la categoría de héroe a quien en realidad no lo es”.

Ilustrador Manuelsart.comLlegados a este punto del debate, Enríquez introduce un epíteto, crítico, con el que define al aficionado, el de “zombie”. “No somos un pueblo, somos un público. Nos hemos convertido en público y buscamos constantemente la distracción en una pantalla de mentiras. En este mundo tan intragable, se nos dice que podemos elegir, pero es así, porque las alternativas son iguales”, expone.

La razón, para José Luis Muñoz de Baena, es que “es un espectáculo que compone fácilmente un relato colectivo y no está completamente tecnificado. No se disuelve tanto como el baloncesto, de manera que es más susceptible de reducirse a un relato ético. Un buen día Valdano decidió que fuera técnica, y de ello se ha derivado que sea ciencia, filosofía o mitología, pero es un espectáculo. Hoy en día todo lo es, incluso los telediarios. Es algo pernicioso que produce aletargamiento”.

Y Navajas replica: “Los intelectuales tienden a criticarlo para subyagarlo, porque creen que acaba con el ‘todo es política’. En lugar de educar, menosprecian. Vivir, como morir, es un hecho biológico. El hombre, libre, puede elegir cómo vivir, de la misma manera que puede escoger entre fútbol sí y fútbol no. Podemos elegir en cada momento porque podemos buscar y valorar entre Panenka, Líbero, Futboleros o Punto Pelota”.

 

Fútbol y filosofía

Algunos de esos intelectuales, como el escritor argentino Jorge Luis Borges, decían rechazar el fútbol porque es un deporte de salvajes, “a pesar de que él adoraba el boxeo”, apostilla Santiago Navajas. En su opinión, el verdadero motivo era que el balompié era el deporte de los militares, que lo utilizaban en su beneficio, dando así pábulo al fútbol como opio del pueblo.

“Las dictaduras no son ajenas a que los campos de fútbol son los templos profanos más importantes de la historia. Pero no solo lo utilizan en su beneficio, sino que también les gusta. Heidegger, filósofo nazi, era un enamorado del fútbol, por ejemplo. Le fascinaba cómo en él se dibujaba la liberación de lo selvático y de lo poético a lo que aludía en alguna de sus teorías”, añade el autor de ‘De Nietzsche a Mourinho’.

Serafín Sánchez va más allá y recuerda una anécdota que tuvo como protagonista a Heidegger y al rector de la universidad de Friburgo. “Este tenía muchas ganas de encontrarse al filósofo y de hablar con él. Un día por fin lo consiguió, en un tren, y Heidegger se pasó el trayecto hablándole de cómo era el juego de Franz Beckenbauer. Le apasionaba la capacidad que tenía para adelantarse al peligro”.

En ‘Platón en Alfield’, Sánchez trata de explicar conceptos filosóficos a través del fútbol y viceversa. Así, por ejemplo, explica el juego de Raúl a través de la honestidad de Sócrates o cómo los conceptos de fe y la razón de Tomás de Aquino son dos alternativas de juego. “En el Mundial de 1954, por ejemplo, Alemania consiguió levantar un cero a dos a Hungría en la final a través de la fe. Más tarde, si venció, fue gracias a la razón”.

De Nietzsche a Mourinho“El fútbol es una metáfora de la vida; cuantos más modelos, mayor riqueza. Nos gusta porque es imprevisible y tiende al caos. El gol de Iniesta, el pase de Redondo, la parada de Julio César a Messi o la volea de Zidane convirtieron el control en algo inesperado”. Para Navajas, “ahí está la magia”, mientras que Serafín Sánchez extrae una conclusión de esa multitud de modelos, y es que plasma en el campo la forma de pensar de una nación. “Inglaterra es utilitarismo, la renuncia al centro del campo porque no lo creen necesario. Y Grecia e Italia, son la falange y la legión”, cita como ejemplos.

De la colectividad se extrae el individuo, a la que el profesor también se refiere. “El juego de Illarramendi es válido para explicar la navaja de Ockham; la solución correcta es la más simple. Messi y Cristiano son los héroes, la irracionalidad, contrapuesta por Xavi o Xabi Alonso, que son el logos. Mientras, Jose Mourinho demuestra que la premisa de Maquiavelo de que el fin justifica los medios sigue vigente, que lo importante está en la ética -o en el resultado, en este caso-, y no en la estética”.

Con el técnico portugués, en opinión de Santiago Navajas, se puede aplicar la frase de Jessica Rabbit, “la culpa no es mía, me han dibujado así”. Y, como a él y a Nietzsche hace referencia el título de su manual, los relaciona filosóficamente, claro. “Los dos hacen una apuesta por los valores pragmáticos. Todo lo que sea alejarse de la pragmática, lo valoran como hipocresía”, dice quien responde, por fin, a la pregunta. “¿Por qué el fútbol? Porque nos da igual cómo y por qué se juega; simplemente, nos ayuda a vivir mejor”.

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