El Real Valladolid cae en un mal partido en Vigo, ante un rival que dominó prácticamente todo el encuentro y contó con un Iago Aspas genial.

Corren malos tiempos para los delanteros que frecuentan la campeonísima. Malos tiempos para un Villa al que señalan como señalado -valga la rebuznancia– por Messi como mal compañero, a Llorente como un traidor sin igual desde Judas y a Torres como siempre niño y nunca hombre, como si aquella dichosa carrera la hubiese ganado Lahm.
Pero Vicente del Bosque no debe estar preocupado. Y no ya por Roberto Soldado o Álvaro Negredo, sino porque Michu sigue transformándose en un centrocampista vanguardista, casi más ‘nueve’ que ‘diez’. Y por un excompañero del asturiano, el gallego Iago Aspas.
El oportunismo puede resultar exagerado. Por el hecho en sí de que se hable del celtiña como potencial internacional y porque se haga después de la visita del Real Valladolid a Balaídos. Pero es que no hay otra ocasión mejor para hablar de la calidad del gallego en clave blanquivioleta.
Como se hizo con el propio Michu antes de la pasada Eurocopa, se puede poner en tela de juicio la concordancia del estilo de Aspas y el de la selección; nunca su calidad, pues es, quizá, el mejor jugador de ataque al margen de la bicefalia y la ferocidad de Radamel. Y si no, piensen, ¿acaso sería suplente en alguno de los diecisiete equipos que no son Barça, Madrid y Atleti?
Apuñala a la espalda de los centrales rivales con voracidad y precisión. Y si el Real Valladolid tiene un problema en defensa, al margen de la bisoñez y escasa mala uva, ése suele ser. Prueba de ello es el primer gol recibido en Vigo, tras un pase largo del danés Khron-Dehli y una certera definición del ‘nueve’ que no es tal.
Tampoco es necesario que lo sea, claro. No en los tiempos que corren, en los que el engaño está por encima de la posición inmóvil. Es más, el Celta maneja tan bien el embuste que el que de verdad es ‘killer’, Mario Bermejo, juega por detrás. El rizo del herrerismo rizado. El acierto de un gran técnico llevado al extremo, tiempo después de que intuyese en Michu un gran llegador.
En este arte está el conjunto celeste resabiao‘, en el llegar, y no estar. Se despliega con velocidad y movilidad con uno de los ataques ‘underground’ de mayor calidad de la Primera División; que no porque suela pasar desapercibido deja de ser de kilates. Por Bermejo y por Aspas, pero también por Park, por Khron-Dehli o Augusto Fernández, ausente ante el Pucela.

Miroslav Djukic tiene por norma destacar como importantes las labores defensivas. Lógico, pues mostrarse seguro atrás sirve para puntuar casi por sistema, pero no está de más recordar importancia que la zaga tiene para un equipo como el suyo. Pero como la perfección no existe a veces se falla. Y se cae por ser frágil en retaguardia.
La hiperactividad ofensiva del Real Club Celta mató al Valladolid, incapaz de frenar las imprevisibles acometidas de su rival en un mal partido, en el que tampoco en ataque fue capaz de crear demasiado peligro. Prueba de ello es que, al margen del gol del empate, llegado de penalti, el primer tiro entre los tres palos se produjo en el minuto setenta.
Entretanto, aún en la primera mitad, Velasco Carballo señaló una pena máxima más que discutible de Mikel Balenziaga sobre el mejor jugador celtiña que el propio Aspas se encargó de lanzar a gol. Desde el momento que existe el contacto, la interpretación punitiva puede hacerse, pero si uno ve la manera en que carga Balenziaga… No obstante, no fue definitivo ni decisorio.
Y no fue así porque quedaba aún mucho partido. Y el Real Valladolid no supo afrontarlo. Sin alma, con una pléyade de bajas, Alberto Bueno no pudo más que ofrecer un par de destellos, como Javi Guerra. Además, Lluís Sastre no es Víctor Pérez ni Patrick Ebert parece que vaya a encontrar parangón en Daniel Larsson.
El sueco, empero, mejoró cuando dejó el costado para un Rubén Peña que volvió a cumplir con creces. De hecho, con su activación y la actividad del abulense, el Real Valladolid mejoró después de un pésimo arranque de la segunda mitad en el que Álex López dio buena cuenta del vacío que Víctor Pérez deja en el medio y del mal partido blanquivioleta atrás con un tiro lenajo que se convirtió en golazo, pero que se produjo sin oposición.
Guerra, Lolo y Larsson pudieron acortar distancias en los últimos minutos, más por inercia que por un arrojo revestido de fe real, pero Javi Varas y el desacierto propio lo impidieron. Para entonces, las contras del Celta habían dejado de producirse con asiduidad y excesivo peligro, pero tampoco hizo falta más.
La sensación que deja el encuentro es que el año comienza con bajos vuelos. Sin que suene a excusa, lógicos, debido a las importantes bajas, que dejan como consuelo el hecho de que para el partido contra el Mallorca volverán a estar Ebert y Óscar. Más costará hallar consuelo a la ausencia de Víctor Pérez.
Mientras al Real Valladolid le faltaron diecinueve de sus veintitrés goles del curso, el Celta tuvo los seis de un Aspas que lleva ya ocho. Y que, aunque suene a oportunismo, parece decir a gritos a Del Bosque “estoy aquí”. El tiempo dirá si el seleccionador escucha la voz que advierte su presencia. El Pucela, desde luego, la sufrió.
