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Un celeste de corazón blanquivioleta

Garri está creciendo con el avance de la temporada en su cesión en el Celta Fortuna

por Jesús Domínguez
14 de marzo de 2025
Garri, con la camiseta del Celta

Foto: RC Celta

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En ocasiones, muchas, la vida no va como uno deseaba, o al menos, no al ritmo anhelado. Que Iván Garriel, Garri, pudiera estar en esta difícil temporada en el Real Valladolid es una de esas cosas que muchos querían, si bien el querer y el poder no siempre confluyen. Hay ocasiones en las que unas voluntades divagan y otras no son firmes, titubean al ver que quien está enfrente no acaba de dar el paso o viceversa; quien divaga al ver que el paso al frente no termina de darse en los términos que prometía.

En este caso, si fue antes el huevo o la gallina dependerá de a quien uno escuche, pero una cosa es cierta. Si existía la posibilidad de que Garri estuviera creciendo esta temporada vestido de blanquivioleta, se dilapidó con su salida tardía el pasado verano, a un Real Club Celta que creía en él a ojos tientas, tanto que se garantizó una opción de compra un tanto elevada para el contexto del que venía, pero no tanto para el potencial que se le intuía cuando galopaba la banda en Los Anexos buscando la línea de fondo y el centro.

El crecimiento

El lateral iscariense llegó al Real Valladolid en 2015, después de brillar a nivel regional en el club de su pueblo, junto a Koke y bajo las órdenes de Juan Carlos, su padre, con quien fue campeón de Castilla y León en edad benjamín. Desde alevines fue vivenciando etapas, quemando neumático en el carril hasta llegar a la División de Honor. En paralelo, empezó su periplo con la selección española, en categoría sub-17, y prolongado los dos años siguientes, en los que siempre tuvo la confianza de la Federación.

En esas selecciones fue titular con frecuencia, convertido en el lateral zurdo referente de la generación de 2005, por delante de otros como el colchonero Julio Díaz. Su capacidad de repetir esfuerzos contrastaba con la sensación que podía haber de que era un jugador liviano; corría arriba y abajo mostrándose como un puntal ofensivo y como un defensor por depurar, pero con capacidad correctora gracias a la velocidad a la que era capaz de desarrollar las acciones defensivas.

El debut con el Promesas era inevitable, pues su nivel estaba por encima de la División de Honor, cuando Julio Baptista lo alineó por primera vez en septiembre de 2022. Sin embargo, a la postre la temporada no saldría como todo el mundo quería, ya que tuvo algunos problemas físicos que incluso le llevaron de vuelta al Juvenil. Entonces sí, hubo dudas; no de su potencial, sino de cuál debía ser su lugar. Y cuando uno se enfrenta a un león, tiene dos opciones: correr o pelear. La tercera, quedarse quieto, bien es sabido a dónde lleva…

Las ofertas

El verano de 2023 de Garri fue de esos para no perdérselos. No por la playa, la piscina, el sol o las cañas, no. Entiéndase la ironía. Lo fue por el ‘culebrón’ montado alrededor de su renovación. Es un hecho constatado e irrebatible que todas las partes querían seguir juntas, como así fue. Pero hubo tantos factores dentro de la operación que pudo no ser así; de hecho, no habría sido así sin la inquebrantable voluntad del jugador y sin la llegada de Domingo Catoira, que lo desencalló todo.

El tan criticado -y en unas cuantas cosas, con razón- director deportivo relevó a Fran Sánchez en el cargo y, con ello, lo que parecía un divorcio irremediable se plasmó con una firma en agosto y un reconocimiento de que sería jugador de la plantilla “a todos los efectos”. Por el camino, habían llegado ofertas económicas del Atlético de Madrid, que no descartaba llegar al millón de euros, y del Copenhague, que lo alcanzaba desde el principio y trazaba un plan con el que podría ser protagonista pronto.

Matt Fenaert, ya exdirector general del Real Valladolid, se cerró en banda en repetidas ocasiones y Catoira, una de las primeras cosas que hizo al arribar a su despacho de Zorrilla, fue agilizar dicha renovación. Así, los cantos de sirena eran desoídos y todo parecía tender al vino y las rosas. Nada más lejos…

Las dudas

Sea por la razón que fuere, a Paulo Pezzolano no le acababa de encandilar tanto Iván Garriel. Dijeron algunas voces entonces que en aquel amistoso en Laguna de Duero en el que le hizo calentar para luego no sacarle que no fue un desplante, sino una forma de aleccionarle y de paso, de apretar la tuerca de dicha renovación (lo de la letra con sangre entra tan del siglo pasado). El uruguayo lo tuvo a sus órdenes e hizo que jugase sus primeros minutos con el primer plantel en Segunda, dándole ocho minutos contra el Elche en la quinta jornada.

Y no, el lateral no estuvo bien. Se incorporó al ataque e intentó poner algún balón al área, pero lo cierto es que fue un flan. Uno lógico, teniendo en cuenta que Zorrilla bramaba con ese mantra de “Pezzolano, dimisión” del que luego hasta el técnico hizo chanza el día del ascenso a Primera División. Ese día, que debía ser especial, fue luego un nubarrón, una de esas primeras veces que uno recuerda con el gesto torcido, no como algo tan bonito como pudo ser (y, realmente, fue). Como los problemas físicos, también le marcó.

El “a todos los efectos” acabó siendo un “a casi ninguno” y no se tardó en tomar la decisión conjunta de que volviera a jugar en el Promesas… siempre que Pezzolano le dejara, puesto que hubo algún día en el que no pudo tener minutos porque el técnico lo necesitaba para una sesión de recuperación, como tras el partido aquel en Eibar al que Garri no viajó “por una cuestión logística” y al día siguiente, pudiendo jugar con el filial, entrenó con suplentes. Fue uno de los episodios que harían que su situación se enquistara.

La cesión

Después de varias lesiones más, llegó el verano, y de nuevo, las ofertas. Aunque la temporada 2023/24 de Garri no fuera la mejor, el Real Valladolid volvió a ver cómo clubes de primer nivel hacían ojitos a su lateral; caso del Villarreal o del Real Club Celta. Como quiera que le había faltado continuidad, y que el Pucela había dado el salto a Primera, era lógico pensar que en el primer equipo no tenía sitio. Y, entonces sí, aquellos que le habían cerrado la puerta de salida el año anterior se abrieron a que pudiera ser prestado.

En este punto volvió a haber alguna nota discordante, como la aceptación o no de una opción de compra y el precio, puesto por aquellos mismos que rechazaron el millón del Copenhague, pero tampoco hicieron por que el entrenador lo pusiese. Pese a todo, el Celta aceptó y, muy pronto, Garri se marchó a su filial a buscar una mayor fortuna que en el blanquivioleta. Una que sigue buscando, a pesar del hombro que le da guerra, y que poco a poco va encontrando en forma de más y más minutos.

Y en estas, este fin de semana se juega el Real Valladolid – Celta, un choque que el iscariense habría querido vivir en primera persona, aunque (todavía) no podrá ser. Su equipo abre la jornada de Primera RFEF este viernes, contra el Sestao River, por lo que, al menos, sí podrá verlo. Mientras sueña, como hizo siempre, con ser él quien esté en la banda. Mientras suma experiencias en Vigo (lleva 22 partidos) que quizás, le valgan para un día, pronto, volver a latir con los colores que marca su corazón.

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