Si Mario Maroto tuviera que emular a Homer Simpson este fin de semana, lo haría en ese capítulo en el que se convierte en el hombre feliz. Y es que difícilmente el canterano podría serlo más, después de sellar la laboriosa victoria del Real Valladolid frente al Almería. Cuando marcó, el centrocampista se llevó a la camiseta a la cara, no como celebración, sino porque, directamente, ni se lo creía. La emoción le embargó tanto que no hubo lugar a ninguna boutade de esas que a veces tienen los futbolistas. También, porque Maroto nunca ha sido de esos.
El vallisoletano, que atendió a los medios de comunicación al término del coche, no se lo creía ni siquiera unos minutos después, pasada más de media hora. “Es una sensación increíble”, repitió en varias ocasiones. Aunque no solo dijo eso, sino que profundizó un poco en lo que supone para él marcar en Zorrilla siendo un chaval de la casa. “Es una sensación increíble para todos los que estamos al otro lado [en Los Anexos] y soñamos con estar aquí: salir, meter un gol y conseguir la victoria, que es lo más importante”, decía, visiblemente emocionado.
La emoción de Maroto no tiene precio. pic.twitter.com/s7VZBMwRIz
— Real Valladolid C.F. (@realvalladolid) September 13, 2025
Felicitaciones que lo dicen todo
Con el silbatazo del árbitro, todo el mundo fue a abrazar a ‘Marotito’, ese chico que tanto tuvo que esperar para ser reconocido en casa, que incluso tuvo que salir un año, al Atlético de Madrid, para que esa cesión fuera como un codazo de aviso que dijera “estoy aquí”. Ese abrazo está cargado de sentimiento y significado, puesto que el tanto y su emoción son “la liberación del trabajo de todos estos años en la cantera” del Real Valladolid, en la que fue un adelantado hasta alcanzar el Promesas, donde jugó el pasado curso antes de su debut arriba.
El abrazo fue especial por parte de jugadores como Aceves, Torres y otros canteranos, como él, varios de ellos, vallisoletanos, aunque fueron todos los que le reconocieron lo logrado. “Me dijeron que es algo que merezco porque trabajo mucho. El abrazo refleja todo lo que hemos pasado en pretemporada y el grupo que hemos formado. Peleamos todos por todos; es con lo que nos sentimos identificados y eso contagia a la afición”, alegó un Mario Maroto que había salido “con ganas de hacerlo bien” y que antes tuvo un tiro al larguero.
El primero en casa siempre es especial.
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El abrazo más esperado
Es de suponer que el teléfono del canterano ha ardido al ver su gol, tanto cuando lo marcó como para felicitarle por haber contribuido a la tercera victoria del la temporada de ‘su’ Real Valladolid, que lo es porque es el equipo que lleva en el corazón. A buen seguro lo mismo le habrá pasado a su padre, quien, para su desgracia, no pudo estar en el estadio. “Solo quiero verle a él. Es policía y ha tenido que perder el partido. Solo quiero salir y darle un abrazo”, confesó un chico agradecido y que dormirá muy feliz después de marcar su primer tanto en el José Zorrilla.
Es el templo blanquivioleta ‘El Dorado’ para él, ese lugar tantas veces soñado y visto, tan cerca y tan lejos, desde Los Anexos, adonde llegó siendo apenas un infantil, procedente de Villa de Simancas. Su manera de quemar etapas fue vertiginosa, hasta el punto de debutar con muy pronto con juveniles y brillar en la División de Honor con tan solo 15 años. Tenía 17 recién cumplidos cuando Javi Baraja, que le entrenó en cadetes y en el ‘Divi’, le dio la alternativa con el Promesas, donde pasó quizás demasiado tiempo. A tenor de lo vivido contra el Almería, el propio Maroto dirá que la espera valió la pena.

