Pepe Moré reconoce en ‘¿Por qué el fútbol?’ que es “muy difícil” que vuelva a los banquillos en una coloquio en el que estuvo acompañado del exjugador del Sporting de Gijón Manolo Sánchez.

Cuando en un ciclo de conferencias sobre fútbol incluye una charla cuyo nombre hace referencia a los héroes del balompié, en la provincia de Valladolid, difícilmente habrá un personaje que encarne de un mejor modo esta figura que Pepe Moré.
Salido de la cantera del Fútbol Club Barcelona, abandonó a los veintitrés años Can Barça para acompañar en su nueva aventura a Luis Aloy, su técnico en el Barcelona Atlético. Escogieron Valladolid y Valladolid los escogió a ellos, aunque con el entrenador las relaciones no tardaron en romperse, dado que el equipo no terminaba de funcionar. Saso, su sustituto, confió en el mediocentro del bigote; como los ocupantes del banquillo que después vendría.
Vistió la zamarra blanquivioleta en casi cuatrocientas ocasiones. Una de ellas, en el día de mayor gloria de la historia de la entidad, ese en que alzó los brazos enseñando la Copa de la Liga de la temporada 1983/84, único título oficial que brilla en las vitrinas de las oficinas de la Avenida Mundial ’82.
Más tarde, ya como entrenador, salvó con cierta al equipo las veces que de su batuta dependió la orquesta. Sin grandes alardes, pero también sin grandes apuros. Lo cual es ya un triunfo. Hecho que le permitió mantener la vitola de héroe y testigo; como llevaba por rúbrica el coloquio de la segunda jornada ‘¿Por qué el fútbol?’, el curso de verano que organizan conjuntamente la Universidad Europea Miguel de Cervantes y El Norte de Castilla, en el que estuvo acompañado por Manolo Sánchez, exjugador del Sporting de Gijón.
Líquida, como en cualquier charla distendida, la conversación entre actores y público terminó orientándose no tanto a la heroicidad de futbolistas y técnicos como a las vivencias de los entrenadores en el banquillo, en donde Pepe Moré reconoció que es “muy difícil” que se le vuelva a ver sentado. “El fútbol ha cambiado y yo tengo ya sesenta años”, alegó, aunque sin descartar la mayor.
Sí admitió, no obstante, que habría un equipo al que jamás volvería a entrenar: aquel en el que se encuentre su hijo, Xavi Moré, a quien hizo debutar en Primera División. “Creo que aquella experiencia fue perjudicial para los dos. Cuando fui a entrenar a Castellón, no se sintió a gusto, y yo tampoco. Para él es difícil por el recelo con el que le ven sus compañeros, que creen que en un determinado momento puede ser un chivato, y por los celos, ya que si juega, habrá quien piense que es por ser quien es”.
Amplia especialización y equipos de trabajo propios

Una de las variaciones que Pepe Moré ha percibido en los últimos años en el fútbol, obvia, tiene que ver con los equipos de técnicos asistentes. Allí donde frecuentemente se trabajaba con gente de la casa, en la actualidad cada entrenador se presenta con varias personas de su cuerda. “A Valladolid, por ejemplo, Juan Ignacio Martínez ha llegado con cuatro técnicos. Antes eso era impensable; como mucho podías negociar un segundo, los demás solían ser empleados del club”.
El exentrenador blanquivioleta cree que este fenómeno tiene que ver con “la desconfianza que los técnicos tienen a que les hagan la cama” por el mero hecho de no ser, a bote pronto, de su confianza. “El entrenador tiene que apotarse en su equipo, eso es lógico. Lo que no puede es mirar a todos lados como si le fueran a hacer trampas. Trabajar con gente de la casa no es malo”, afirmó.
No obstante, no quiso encerrar en sus palabras una crítica al actual ocupante del banquillo del Nuevo José Zorrilla, más bien al contrario. “Que traiga un equipo de esas características implica que hay una amplia especialización. Eso antes solo ocurría con el preparador físico, que debe tener unos conocimientos muy específicos. Ahora el entrenador se dedica principalmente a la gestión”.
En opinión de Manolo Sánchez, exjugador y técnico, en la actualidad, este equipo “debe tener cierta autonomía y autoridad, pero siempre en base a las ideas que tenga el entrenador. Se pueden discutir las formas, pero los objetivos tiene siempre que marcarlos el técnico principal”, también en lo tocante a la dirección del vestuario.
“Nuestro deber es hacer que un grupo heterogéneo se convierta en homogéneo. Debemos ser capaces de aunar voluntades, aunque a veces cuesta, ya que la del entrenador es la figura más débil y suele ser el villano de la película. Si como jugador te duele una derrota, como técnico te duele más, porque eres más consciente del sacrificio del grupo y tu grado de responsabilidad es mayor”, manifestó el asturiano.
Esa necesidad de hacer de todos uno, llevada a la pizarra, “puede provocar que termines siendo predecible”, cree Moré, ya que reducir el factor creativo de los jugadores sesga o elimina la posibilidad de sorprender al rival y resta protagonismo “a los verdaderos actores del juego. No por mecanizar más al equipo obtendrás mejores resultados”, aseveró el catalán de nacimiento aunque vallisoletano de adopción.

Cuestionados por una cuestión tan en boga como el coaching, ambos técnicos coincidieron en que “para ser entrenador, hoy día, son muy importantes las habilidades psicológicas para dar respuesta a las eventualidades que surgen en un vestuario”, si bien Sánchez matizó que “la figura del psicólogo se encuentra cada vez más cerca del equipo y del entrenador. No la veo necesaria dentro del cuerpo técnico, aunque quizá sí como asesor”.
Por último, en referencia a las teóricas facilidades que halla un futbolista cuando da el salto a los banquillos por el mero hecho de haber sido jugador, los dos entrenadores coincidieron en que “ayuda a comprender ciertos códigos, pero no es estrictamente necesario”, de la misma manera que acertaron a señalar que si bien es verdad que “el fútbol es una profesión entendida como un privilegio”, más allá de Primera División hay “más jornaleros que privilegiados”.
