El Real Valladolid suma un nuevo punto ante el Espanyol de Barcelona en un encuentro en el que volvió a tirar de pragmatismo y de una gran solvencia defensiva.
Caminante, son tus huellas las que marcan la salvación. Treinta y cuatro, para ser exactos. Pero aún quedan unas cuantas para que el objetivo sea pleno. La última, la lograda ante el Espanyol de Barcelona en un nuevo ejercicio de pragmatismo y de solvencia defensiva de un Real Valladolid que, por contra, apenas llevó peligro a la meta defendida por Casilla.
Pero, sin caer en la autocomplacencia, la igualada es digna de valorar, pues sirve para hacer el camino y nada más; o nada menos, según se mire. Porque por el momento la necesidad continúa sin apremiar, y ese solo hecho es ya una buena nueva. Máxime teniendo en cuenta que desde que Javier Aguirre es entrenador espanyolista los periquitos habían sumado dieciséis de dieciocho puntos en casa.
Caminante, no hay camino, o bueno, sí lo hay: la competición. Dicho así suena hueco, pero es que son los soldados de Djukic un conjunto al que le da igual por dónde tirar, pues siempre compite. Esto es, es capaz de mostrarse como el más fiel de los preciosistas un día, cuan adolescente, y de ser tan práctico como el tipo deslavazado que lleva en el negocio más partidos que canas peina, y en uno y otro caso no lo pone fácil.
El Real Valladolid es esto o aquello dependiendo de sus propios recursos y los del rival, no porque disfrute siendo cambiante, que quizá también, sino porque sabe que se hace camino al andar, que a la salvación se llega con cintura. No le duele en prendas no mandar. Y contra el Espanyol no lo hizo. O no tanto como sabe o puede. Pero no sufrió, ya que la ‘Cara B’ va acompañada de una solvencia defensiva que personifica Sereno.
Como al andar se hace el camino, conviene señalar que pudo ser distinto; que el Pucela pudo llevar otros derroteros, pero en la primera parte las oportunidades blanquivioletas no fueron demasiado peligrosas y la que realmente pudo serlo en una buena dejada de Javi Guerra a Óscar, en la segunda, casi al final del encuentro, Víctor Sánchez se encargó de que no fuera tal.
Pero el tiempo podría plegarse, y al volver la vista atrás uno vería que quizá no habría sido merecida la victoria visitante; que si alguien hizo méritos para llevarse los tres puntos, había sido el Espanyol. Méritos o, bueno, si es que se le puede llamar así a la posesión. Porque en realidad los de Aguirre tampoco es que hiciesen mucho daño, más allá de un par de internadas de Sergio García y de la hiperactividad de Wakaso.
Jugando un poco más con la mirada, hacia abajo y a lo lejos, se ve la senda que nunca querrían seguir blanquiazules y albivioletas, la que lleva a Segunda. Por méritos propios los primeros han ido escapando pasito a pasito de la quema. Porque son también capaces de ser pragmáticos o hilanderos a partes iguales y porque algo tiene ‘El Vasco’ que hace resurgir a sus equipos. En esta ocasión han tenido que ver también Stuani, ausente, Verdú o los dos jugadores antes citados.
Pero para ganar hay que marcar y para marcar tirar. Y para marcar se ha de volver a pisar el verde que mezcla con las redes. O acercarse, al menos. Y, pese a Verdú, a Sergio García, a Wakaso y a quien pese, los locales no lo hicieron demasiado. Y menos los otros, los de fuera. Porque Bueno volvió a su pasado reciente, Omar a ser intermitente, Manucho a solo brillar en la lucha y Larsson a solo luchar.
En fin, que uno y otro tuvieron el balón inerte, prácticamente, como si recitasen aquello de “caminante no hay camino” acompañado de un pueril “porque lo olvidamos”. El Espanyol, porque tiene mimbres pero poca capacidad goleadora y el Pucela… bueno, el Real Valladolid también, no tanto porque carezca de efectividad como porque incluso cuando tiene más balón que en Cornellà le cuesta embocar.
Con todo, el partido no anduvo falto de intensidad, aunque tampoco sobrado. Quizá porque lo que se adivina en la lontananza no son llamas, sino estelas en la mar; en unas aguas tranquilas llamadas Primera en las que, puntito a puntito, ambos equipos van camino de asegurarse navegar durante una temporada más. Espanyol y Valladolid pueden dar por bueno el empate porque, poco a poco, se hace su salvación al andar, mientras, otros, se ahogan cada día un poco más.
