Apenas queda un mes y medio para que vuelva Stranger Things y parece que ni el mismísimo demogorgon puede frenar el aluvión de noticias, filtraciones y fotos promocionales que llegan ya desde Netflix. La temporada final se estrenará el 26 de noviembre y promete ser épica. Aunque, para ser sinceros, lo más épico de todo será ver a unos chavales, que ya no son tan chavales, intentando convencer al mundo de que siguen matriculados en un instituto.
De hecho, en la última imagen difundida, los actores recrean una de las primeras imágenes de la serie. El resultado es entrañable, aunque también un poco inquietante. Como era de esperar, los protagonistas se han convertido en adultos interpretando a adolescentes y va a ser complicado que se metan en el papel (y en la ropa) del verano de 2016.
Las redes sociales, claro, no han tardado en cebarse con ellos. “Han pasado de tener once años a treinta y pico, y Netflix sigue pretendiendo que creamos que aún montan en bici para huir del monstruo”, decía un usuario en un tweet que acumula ya medio millón de likes. Otro añadía, “La nostalgia ochentera estaba muy bien cuando eran niños, pero ahora parece una reunión de antiguos alumnos del instituto de Hawkins”.
Los años no pasan en balde, ni siquiera en Stranger Things
Y es que, en verdad, no les falta razón. Millie Bobby Brown ya está casada y hasta tiene un negocio de cosmética y Finn Wolfhard ya dirige películas. Otro de los personajes, Caleb McLaughlin, forma parte ya de campañas de moda y todos, sin excepción, dan ya esa sensación de haber dejado muy atrás el grupo de amigos con el que tocaba canciones de ‘The Clash’ en el garaje.
Y ojo, quizás ese sea el gran monstruo de la última temporada de Stranger Things: el paso del tiempo. Un enemigo más temible que cualquier criatura del Upside Down para quienes defienden el argumento y que pretenden hacernos creer que el argumento se sostiene a pesar del cambio físico evidente. Porque mientras los personajes siguen atrapados en los ochenta, los actores viven en un 2025 donde las canas acechan y el algoritmo decide no ignorarlo.
Una espera interminable (y con excusa)
La pregunta que flota en el aire es la misma que nos hacemos desde hace años: ¿por qué ha tardado tanto en llegar el final? La respuesta tiene tantas capas como el propio mundo del revés. Primero, los costes de producción, pues cada capítulo cuesta lo mismo que una película completa. Segundo, las agendas imposibles de un reparto que ya rueda sus propias cintas o protagoniza campañas de Gucci.
Y tercero, la tendencia actual de Netflix a cocinar sus éxitos a fuego lento, dividirlos en dos tandas y exprimir la expectación hasta la última gota. Algo que, como se puede observar, no siempre es buena idea. Si nos ponemos en modo comprensivo, hay que admitir que la serie ha tenido cierta mala suerte.
La primera temporada llegó en 2016, la segunda en 2017, la tercera en 2019… y entonces apareció el enemigo invisible de la pandemia, que afectó a todas las producciones durante esos dos años en el que vivimos con mascarilla. Entre confinamientos y rodajes paralizados, la cuarta temporada no vio la luz hasta 2022. Pero cuidado, que cuando parecía que todo volvía a la normalidad, llegó la huelga de guionistas en 2023 y los hermanos Duffer tuvieron que dejar los lápices quietos hasta 2024. Sabiendo todo esto, que el final de Stranger Things se estrene ahora, en 2025, casi debería considerarse un milagro.
Así que, cuando el 26 de noviembre volvamos a Hawkins a bordo de la serie de Netflix, puede que no nos encontremos con los niños que conocimos en 2016, pero sí con una pandilla que no solo ha sobrevivido a pandemias, huelgas y demogorgones, sino también al inexorable paso del tiempo. Quizá hoy, para huir del monstruo, puedan coger un coche en lugar de una bicicleta.
