Recorrer la ciudad en un taxi puede parecer romántico, pero detrás del taxímetro hay mucho más que trayectos y propinas. Sí, es cierto que parece un trabajo fácil. Del punto A al punto B. Rápido y seguro. Sobre todo, si te gusta conducir. Pero lo cierto es que la vida del taxista no es tan sencilla como nos puede parecer desde fuera.
Esto lo sabe bien Manel Barea, taxista de profesión y protagonista de uno de los podcast Rutas de Éxito, donde ha querido desnudar la realidad de la vida en el taxi, con la crudeza necesaria para entender del todo la complicada realidad económica del gremio de taxistas. Un testimonio que dibuja perfectamente el día a día de un oficio que combina en diferentes medidas el sacrificio, la incertidumbre y una inversión inicial que asusta. ¿No te lo crees? Pues has de saber que solo la licencia para el taxi puede llegar a costarte 160000 euros. Casi nada.
En los taxis, el tiempo es dinero
“El éxito en el taxi depende de la suerte y de las horas que le eches”, resume Manel con franqueza. Y no, no exagera aunque lo parezca. El taxi no garantiza estabilidad, pero sí exige una constancia difícil de conseguir para todo el mundo. Según explica Barea, hay una barrera mínima para poder sobrevivir en el negocio del taxi, que ronda los 4000 euros de facturación mensual.
Según él mismo, por debajo de ese umbral no es posible mantenerse en el taxi, por los gastos adheridos de la actividad y su mantenimiento. Una cifra que da para mantenerse sin alardes. Para hablar de un buen mes, con todas las letras, se podría elevar la cifra hasta los 6000 euros, sabiendo que cada euro ganado lleva detrás largas jornadas al volante, sin apenas descansos.
Además, avisa, las noches son el verdadero filón del sector del taxi, especialmente los fines de semana. En medio de la noche, tras una jornada de cena, copas y amigos, es sencillo echar mano de la carta del taxi para volver a casa. Es por eso que las calles se llenan de clientes que necesitan volver a casa tras el ocio y ahí están los taxistas para tratar de hacer carreras.
“Casi todo el mundo sale y bebe, por lo que sabe que no debe coger el coche”. Es el mecanismo para que los taxistas echen más horas a cambio de un plus importante para el mes. En la práctica, trabajar de noche compensa lo que se pierde entre semana, pues los servicios son menores a diario y, por lo tanto, los ingresos mucho más irregulares.
Un oficio rentable, pero con cierto peaje emocional
El éxito en el taxi no es imposible, pero exige un sacrificio que no se mide solo en euros. La resistencia mental de los taxistas es enorme, pues, según Manel, “hay que pagar un precio bastante alto” para poder dedicarte a ello. Son muchas las largas jornadas, donde la tensión del tráfico constante y, sobre todo, el trato con tantos y tantos clientes pueden hacer mella con el tiempo.
En sus inicios, Manel Barea reconoce haber llegado a trabajar cerca de “30 horas seguidas”. Lo dice casi con incredulidad, por haber sido casi una locura necesaria para estar hoy asentado en el negocio del taxi. Hoy, más consciente de lo que hay, reconoce que superar las diez o doce horas ya le puede pasar factura.
“Cuando haces más horas, lo normal es dejar de reaccionar con normalidad”, reconoce, pues el cansancio, la presión por cubrir gastos y la competencia con otros vehículos hacen que muchos taxistas vivan demasiado al límite. La comparación con los camioneros no es casual y ambos oficios comparten una batalla enorme contra el reloj y el descanso, tan necesario para evitar imprevistos y accidentes que puedan costar más que dinero.
A pesar de lo malo, su relato destila una mezcla de resignación y orgullo profesional, pues el taxi le ha dado siempre una independencia de mucho valor y, a su manera, una forma de vida con la que vive feliz. Aún así, también le ha cobrado un peaje alto e invisible de horas sin dormir, sacrificios familiares y una gran paciencia.
 
			