Ander Iturraspe, Óscar de Marcos e Ibai Gómez están recuperando de la mano de Ernesto Valverde el nivel mostrado hace dos temporadas, con ‘El Loco’ en el banquillo

Dieciséis días transcurrieron entre aquella noche en la que Radamel Falcao elevó el cholismo a los altares en Bucarest y el ágape final de Pep Guardiola en el Fútbol Club Barcelona. Dieciséis días entre el saludo a un equipo que trata en la actualidad de resquebrajar el multipartidismo bipolar que reina en España y el melancólico adiós a una coral sin igual.
Dieciséis días durante los que un loco buscó erguir, con su aquel tan argentino, a unos cachorros de león que apenas habían aprendido a cazar, por más que, en sus juegos, en las víctimas brotasen sangre, sudor y lágrimas.
Jugaba aquel Athletic primero de Bielsa como si fueran ángeles, pero entre él, metódico y exigente hasta rozar con las yemas de los dedos la esquizofrenia paranoide, y un presidente manco, carente de una mano izquierda amiga y de una diestra que llamase a la unión, echaron por tierra el más bello qué pudo haber sido y no fue que el fútbol español ha visto en lo que va de siglo.
Pero volvamos a aquellas malditas noches. A la mañana siguiente a la derrota ante el fantasma de Pep, para ser más exactos.
Marcelo Bielsa, en tono pausado, ejerce de profesor en el vestuario y hace ver a sus jugadores que, a pesar del buen hacer durante todo el curso, a la hora de la verdad no han estado a la altura de las circunstancias. Hizo ver que ni siquiera aquellos que por creencias y condiciones eran más cercanos a él habían rendido como debían. Alguien grabó esa charla. Y, en los días siguientes, la filtró a la prensa.
Muchos se echaron las manos a la cabeza por sus palabras, por considerarlas demasiado duras. Ciertamente, utilizó determinados vocablos severos, definiendo la temporada de negativa y reconociendo la vergüenza que para él suponía haber avergonzado a un pueblo. Aunque había mucho de verdad en su discurso. Y mucho de conocimiento de una idiosincrasia con la que empatizó y que le elevó a los altares.
‘El Loco’ “los saludó” por si no los “volvía a ver”. Pero volvió a verlos. Volvió para seguir luchando “por producir algo importante”. Sin embargo, aquella intimidad del vestuario rota, unida a varios errores propios y ajenos, provocó que la segunda campaña del rosarino en el banquillo de San Mamés poco o nada tuviera que ver con lo que el año anterior había sucedido. Y de ello no solo fueron muestra Llorente y Amorebieta.
El equipo en su conjunto terminó aquella primera temporada vacío, tanto física como mentalmente. Había empezado a competir muy pronto y había acabado tarde. El plantel era corto, por exigencias del guión y porque así le gustan a Bielsa. Y volvería a serlo, después de comenzar la Europa League otra vez temprano. La fatiga cognitiva, con todo, no tardó en aparecer, lo que condenó al Athletic a no dar continuidad al buen trabajo previo.
En lo estrictamente deportivo, el frenazo en seco en la evolución que habían mostrado se notó especialmente en tres jugadores, Ander Iturraspe, Óscar de Marcos e Ibai Gómez.

Foto: RFEF
De prescindibles a insustituibles
En la temporada 2010/11 sumaron apenas 36 partidos entre los tres, cifra que habla de la escasa repercusión que tenían en el juego del equipo De Marcos, un jugador al que se le había visto principalmente de lateral, e Iturraspe, un mediocentro que no acababa de destacar y de un Ibai que todavía no se había abierto la puerta. En la siguiente, primera de Bielsa, contabilizaron 143 encuentros, llegando a superar los dos primeros los cincuenta.
Pero por encima de los números se encontraban las sensaciones. Ander Iturraspe opositaba a entrar en la dinámica de la selección gracias a un juego de posición y una solvencia defensiva que recordaba enormemente a la mostrada por Sergio Busquets desde sus inicios. Óscar de Marcos lo hacía gracias a su versatilidad y su capacidad para cambiar el signo de un partido, apareciera por dentro o por fuera. E Ibai Gómez, con su trabajo y descaro, se confirmaba como uno de los jugadores más ‘bielsistas’ de los leones.
Aunque de los tres solo nombró a De Marcos, no cabe duda que cuando El Loco se había mostrado contrariado por el rendimiento de varios jugadores que sentía próximos a él se refería también a sus dos compañeros, pues al mediocentro lo había rescatado del ostracismo, como al propio De Marcos, y a Ibai no había tardado demasiado en convertirlo en ‘su’ proyecto de futuro; en el primer canterano al que abrió el paraguas.
En su segunda y última campaña en el banquillo de San Mamés, la última en ‘La (vieja) Catedral’, mantuvo su confianza en el bloque, del que formaron parte, pero su rendimiento decayó y ni el uno fue el pulpo seleccionable ni los otros dos los infatigables extremos determinantes. Apenas se vio en contadas ocasiones el fútbol que precedía a la tempestad y pronto, en el deterioro de las relaciones, se entendió que otro técnico estrenaría San Mamés Barria.
Nuevo entrenador, nuevos bríos
Aunque dirigió durante la segunda mitad de la temporada al Valencia, era de sobra conocido que el nuevo entrenador del Athletic Club sería Ernesto Valverde. Esta vuelta ha sentado bien a los leones, que han recuperado el frescor en su fútbol. Entre ellos, nuestros tres protagonistas. Aunque, a decir verdad, les costó arrancar.
Ander Iturraspe fue titular en los tres primeros partidos, si bien no mostró un gran rendimiento, lo que desembocó en su suplencia en la cuarta jornada y que desapareciera del once durante varias semanas hasta que recobró la titularidad ante el Villarreal. Es, desde entonces, pieza básica en el centro del campo, y son Mikel Rico y Beñat Etxebarría sus compañeros de fatigas –el primero más que el segundo–.
Óscar de Marcos es el principal damnificado del retorno al doble pivote, ya que reduce de cinco a cuatro los jugadores que lanzan el ataque bilbaíno. Solo fue titular en uno de los siete primeros encuentros, pero el hacer tres goles, los problemas físicos de Ander Herrera y las rotaciones le permitieron volver al once.
Con el transcurso de las jornadas, Ernesto Valverde ha pasado de utilizar el 4-2-3-1 al 4-1-4-1 actual, en el que Mikel Rico juega más cerca de Ander Herrera y ambos cobran mayor protagonismo, el uno por estar más cerca del área rival y el otro por estarlo de la creación. Sin embargo, en este contexto sigue sin caber De Marcos, cuyas dos últimas apariciones en el equipo inicial han sido en el lateral derecho.
Por su parte, Ibai Gómez suma trece apariciones, cuatro de ellas como titular. Pero no por ello deja de ser un jugador importante, ya que en múltiples ocasiones es el primero en entrar como hombre de refresco en segundas partes. Gracias a los dos tantos que anotó contra el Almería, además, es el segundo máximo goleador del equipo, después de Mikel Rico.
Precisamente ese encuentro podría abrirle las puertas de la titularidad ante el Real Valladolid, más aún teniendo en cuenta que Markel Susaeta atraviesa unos problemas físicos que podrían provocar su ausencia. En ese caso, cabe la posibilidad de que coincida por primera vez en la temporada en un once con Iturraspe y De Marcos.
El mejor momento de los tres ha coincidido con el mejor momento del Athletic en lo que va de curso, un equipo que aspira a terminar en puestos de Champions gracias a un engranaje de reloj que Marcelo Bielsa puso a prueba los dos años anteriores. Con el argentino se vio que, a fuerza de jugar bien, podían incluso dar la hora. Con Valverde lo vienen corroborando. Su cuarta plaza así lo atestigua.
