Óscar Díaz cumple la premisa de ser un jugador versátil, capacitado para actuar en más de una posición en el frente del ataque del Real Valladolid

Desde que fueron presentados Braulio y Rubi, el aficionado del Real Valladolid sabe que su equipo se está moviendo en el mercado con la clara premisa de encontrar polivalencia para que la plantilla corta que se pretende tener sea un hecho. Al amparo de esta idea llegaron André Leão, capacitado para cubrir diferentes roles en la parcela ancha del césped, Roger, que puede actuar en soledad o compañía en el frente del ataque, Javi Chica, lateral derecho que alguna vez ha jugado en la izquierda, o Chus Herrero, capaz de cubrir hasta cinco posiciones.
La excepción de Samuel Llorca confirma la regla, podría decirse si se tiene en cuenta el refranero. Aunque la validación de esta teoría podría hacerse más bien a través de Óscar Díaz, un delantero que es conocido como punta de lanza, pero que puede actuar también en otras posiciones, ya sea algo más retrasado o, principalmente, acostado sobre una banda.
Para más inri, su explosión definitiva llegó en el Lugo, donde acabó de asentarse como nueve, pues anteriormente había desempeñado con mayor frecuencia que acierto labores de extremo, ya fuera diestro –principalmente– o zurdo –rara vez–.
Su pie hábil es el derecho, aunque tiene un correcto golpeo de balón con la izquierda, lo que le permite actuar en este costado, siempre con querencia interior, ya que así puede explotar una de sus principales cualidades, la potencia. Por esta, es un jugador idóneo para desenvolverse al contragolpe, aunque también válido para un equipo al que le guste la posesión: lanza continuos desmarques, es técnico y solvente en la asociación.
Junto a estas condiciones, puede decirse que la imagen de la derecha no es un hecho aislado, sino que por su fortaleza física se desenvuelve de una manera adecuada de espaldas a la portería rival. Aunque no es Manucho. De cara y con metros por delante funciona mejor, y ofrece un mejor rendimiento moviéndose en las inmediaciones del área que viviendo dentro de ella. Lo que no obsta para que sea un rematador solvente.
Con todo, nunca ha sido un gran goleador. Hizo seis tantos en su debut con el Alcorcón, en Segunda B, dos en el Castilla, dos en cada temporada que estuvo en el Elche, otros dos en el Celta, ninguno en el Recre, seis en su primer curso en el Xerez y ninguno en el año previo a su llegada a Lugo, en el que vistió la remera azulona y la rojiblanca del Girona.
En el Anxo Carro, de la mano de Quique Setién, encontró la confianza y continuidad necesarias para afianzarse. A las órdenes del técnico cántabro marcó quince goles, el mejor registro de su dilatada trayectoria, y participó en 38 partidos, cifra que solo había superado en el Xerez en la temporada 2010/11. Pero incluso mejores que los números fueron las sensaciones.

Fue uno de los principales puntales de un Lugo que venía de ascender, gracias a su explosión anotadora y a sus buenas actuaciones como nueve, que le sirvieron para que la Unión Deportiva Almería se fijase en él y acometiese su fichaje para la pasada campaña. Fue, de facto, la primera en Primera, aunque de iure ya sabía lo que era ser un jugador de élite, cuando el Mallorca lo fichó en 2008.
Entonces, el exentrenador blanquivioleta Gregorio Manzano no lo quiso y tuvo que seguir con su peregrinaje, buscando su sitio. Ese lugar donde encontrar una regularidad que solo halló en Lugo y un arraigo hasta ahora inalcanzable. Con ahínco, ha de buscarlo en el Nuevo José Zorrilla, donde la competencia será feroz. La interna, porque así lo mandan los cánones. Y la externa, también. Porque el Real Valladolid ha de estar formado por jugadores que quieran y puedan buscar el ascenso. De nuevo en la Liga Adelante, Óscar Díaz ha de demostrar que no es su categoría; que él es más. Más que un nueve de Segunda.
