Decía Somerset que cumplir con el deber no tenía más mérito que lavarse la cara cada mañana. Como quien naturaliza la higiene personal diaria, lo de Cristhian Stuani con el gol toma un cariz bien parecido. El delantero uruguayo no es de focos ni grandes fuegos de artificio. Tampoco es de los que se adornan, ni tienen ese aspecto de estrella absoluta.
Su juego va solo de meter la esfera en una red. Cuando aparece es para cumplir. Pocas veces se va sin fichar en la casilla de gol. Para el fútbol, Stuani es un rara avis. Casi va al área rival como quien va ocho horas a montar piezas o reparar zapatos. Es su oficio y como tal lo cuida. El uruguayo lleva años construyendo esa personalidad austera, basada únicamente en su capacidad para hacer del grito de gol, su día a día.
En Girona, donde aterrizó en 2017, no tardaron en entender el porqué de una decisión como la que llevó a la dirección deportiva en fijarse en sus virtudes. Sin grandes aspavientos, empezó a marcar goles como quien va dejando migas de pan por el camino para no perderse. Uno tras otro, dejándolos caer. Importantes casi todos, porque el gol, aunque no vale siempre lo mismo, siempre puntúa. Unos para ganar partidos, otros para evitar tragedias, pero muchos, directamente, para escribir capítulos de la que está siendo una historia eterna para un club como este Girona.
Siendo especialista en eficacia, su paciencia también tiene un peso. Ha sido goleador en temporadas de ascenso, en cursos de permanencia sufrida y en campañas que invitaron a soñar en grande, pero no siempre ha sido lo suyo hacerse con el puesto de manera clara. Siempre con competencia fuerte, su habilidad para hacerse dueño de ese espacio en la delantera tiene casi el mismo mérito que su afán por mandar el balón a guardar. Cada año, sin excepción, su nombre ha estado entre los máximos anotadores de la plantilla y todo eso sin terremotos, campañas o filigranas. Pim, pam, pum.
Marcar un gol es una explosión de emoción , una mezcla de euforia y alivio !!
Es un momento de satisfacción y conexión con el equipo ⚽️ pic.twitter.com/mqfmrZlq2k— Cristhian Stuani (@CristhianStuani) March 18, 2025
Stuani, más allá de los números
Con el paso de los años, y ya bien entrada la treintena (cumplirá 39 años en octubre de este año), su papel ha ido cambiando. Su cuerpo le va susurrando ya al oído que no puede jugar siempre de inicio. Algo que nunca ha sido un problema para Stuani, que, por ejemplo, la temporada pasada, se hizo un auténtico especialista desde el banquillo.
La competencia de una auténtica bestia como Artem Dovbyk no le impidió acabar la campaña con 14 goles marcados con el Girona, nueve de ellos en LaLiga. En una temporada como la 24/25, donde el Girona ha sido capaz incluso de jugar la Champions League por primera vez en su historia, Stuani ya ha igualado esa marca, sin la fortuna de poder repartir alguno de sus goles en Europa. El uruguayo se quedó con las ganas, después de participar en los ocho encuentros disputados en la competición europea.
Pero ahí sigue el tipo. Fiel a su instinto y a su oficio. Se suele decir que hay delanteros que tienen olfato y otros que tienen tiempo. Stuani tiene las dos cosas. De hecho, tiene el olfato suficiente para poder dominar el área rival sea cual sea el tiempo que le presten para marcar. A Stuani le cuesta más correr, pero no le cuesta nada encontrar su sitio para encarar portería rival.
La despedida que aún no llega
No cabe duda de que un día, Stuani deberá decir adiós. Nadie sabe si en Girona o tras otra parada intermedia. Pero, a sus 38 años, pocos imaginaban que Stuani seguiría siendo decisivo en la élite en un país y en un fútbol como el español. Pero su fútbol aún lo es. Con el espacio, con el tiempo y con el olfato, Stuani se hace esencial en cada momento en el que Míchel busca gol y mira al banquillo.
Incluso hoy, en una temporada llena de lesiones y contratiempos, Stuani le pidió un crédito a su cuerpo para ser de nuevo un titular de garantías y prestarle un rato más al equipo que le devuelve todo el cariño que él ha dado con goles. Ese amor por competir, por buscar el hueco para colarse, le hacer ser tan esencial como el escudo. No hay una estatua de Stuani en Montilivi. Todavía. Pero su legado va a ser más eterno que cualquier mármol a la entrada del estadio. Esculpido en cada remontada, los goles de Stuani han construido las historias que contarán los niños de hoy a sus hijos mañana.
 
			
