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Pucela Retro | Morollón, el gol vestido de blanquivioleta

Delantero de época y por un año suplente de Di Stéfano, Emilio Morollón es hoy un nombre que evoca el gol en clave Valladolid

por Miguel Ruiz
17 de mayo de 2025
Morollón Valladolid

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En la historia del Real Valladolid hay pocos nombres que se pronuncien con más respeto que el de Emilio Morollón. Desde la década de los sesenta, su nombre está ligado al club blanquivioleta, siendo aún el máximo goleador histórico del conjunto pucelano. De entre todos los delanteros que pasearon su puntería por el José Zorrilla, la figura del artillero madrileño tiene un brillo especial.

Su nombre fue siempre sinónimo de gol, de orgullo y de una época en la que marcar en Primera División no tenía xG. En ese instinto natural de un delantero de carácter y de raza, Morollón siempre fue un exponente sobresaliente para los vivieron su fútbol. Un delantero que, en dos etapas, vivió una década prodigiosa subido a un Valladolid de categoría.

Morollón, historia de ida y vuelta

Emilio Morollón Estébanez nació en Madrid en julio de 1937. En medio de una Guerra Civil, su llegada al mundo en la capital española no le hizo ser especialmente próspero en su tierra. Sería en Valladolid donde se haría eterno y encontraría un cariño enorme de quienes vibraron con su fútbol.

Morollón Valladolid

Morollón llegó al club blanquivioleta en el año 1958, tras dejar huella en equipos como la Unión Deportiva Salamanca y el Béjar Industrial. Esa fue la primera parada tras Madrid de camino a Valladolid. Salamanca le supuso un trampolín para poder hacerse un nombre y un sitio en un Real Valladolid que lo acogió en cuanto se le cayeron los goles en el viejo Zorrilla.

Aunque allí ya había demostrado que tenía un olfato especial como goleador, fue en el feudo vallisoletano donde su historia lo elevó como tótem futbolístico nacional. Nada más aterrizar en Pucela, se convirtió en referencia con 23 goles en 28 partidos jugados. Una primera temporada donde fue máximo goleador de Segunda División y una pieza esencial para lograr el ascenso. Desde entonces, su idilio con el gol fue constante, vestido, eso sí, con las franjas albivioletas.

Sin ser un delantero especialmente estilizado, ni tener de su lado una gran velocidad, las crónicas cuentan que Morollón tenía algo especial. Esa intuición de los delanteros de aparecer en el momento preciso y en el lugar necesario. Sabía estar donde iba a caer el balón para poder encaminarlo a la red. Perdonaba poco. Casi cada vez que la tenía, sabía cómo tratar de convertirla en gol. Con ese temple y afinación de cara a portería, no tardó en hacerse un fijo con el equipo, bajo el mando de entrenadores como Saso, Lesmes, Heriberto Herrera o Zubieta, así como un ídolo destacado para la afición.

Morollón Selección

Tanto llamó la atención que, tras una 62/63 en la que acabó como segundo máximo goleador de Primera División tras Ferenc Puskás, fue convocado por la selección española, con la que debutó contra Francia en 1963, siendo parte del equipo que jugó la fase de clasificación para la Eurocopa de 1964 que acabarían ganando ante la URSS. Un reconocimiento que confirmó lo que ya sabían en Valladolid: que tenían en casa a uno de los mejores nueves del país.

Es en esa época en la que el Real Madrid empezó a preguntar por ese delantero de Pucela. Hasta ese verano de 1964, el club merengue no llamó firmemente a su puerta, pero él no pudo negarse. Fueron dos años como madridista (aunque en el segundo se fue cedido), en los que apenas pudo jugar un partido… y marcar un gol. Compartió vestuario con leyendas como Di Stéfano, Gento o Amancio, pero acabó cedido en un Sabadell donde le fue peor de lo esperado.Morollón Bernabeu

Ese paso le hizo replantearse su futuro y de ese modo se gestó el regresó a su segunda casa tras esa Madrid que lo acunó de niño y no lo quiso recibir como delantero estrella. Valladolid, de nuevo en Segunda División, lo esperaba de nuevo. Pero Morollón, casi diez años después de su debut con la blanquivioleta, ya no sería el mismo.

La vuelta a casa

Los goles ya no llegaban con tanta facilidad y no consiguió volver a ganarse a los suyos con esa eficacia. Ese año, bajos las órdenes de Héctor Martín y Aldecoa, apenas logró ser más que un suplente de peso para Redondo, García o Tejedor, titulares en esa etapa. Aún sin el brillo que le hizo famoso y como en esos amores que nunca se olvidan, Morollón volvió al lugar donde de verdad fue feliz. Donde lo reconocían por lo que era sin reservas.

Aquel retorno no tuvo tantos focos, pero sirvió para cerrar el círculo con la afición y con el José Zorrilla. Volvió a vestir de blanquivioleta antes de colgar las botas y dejar, para siempre, su nombre inscrito en la memoria del club, previo paso por equipos como el histórico Castellón, o más humildes, como el Europa Delicias (en su día, filial blanquivioleta).

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Fuente: BD Fútbol

En total, anotó 94 goles con la camiseta del Real Valladolid, una cifra que aún hoy lo mantiene como máximo goleador histórico del club en partidos de Liga, seguido por Rusky, Víctor, Lizarralde o Jorge Alonso. Más allá de los números, Morollón dejó una estampa de cariño devuelto en forma de goles y victorias en un Valladolid de otra era, pero que ha construido la capacidad de una ciudad para soñar con mejores días.

Emilio Morollón falleció en 1992, demasiado joven. Con solo 54 años, su cuerpo dejó este mundo, pero su recuerdo sigue latiendo en un José Zorrilla que cambió de lugar, pero que viaja siempre con el calor de los viejos grandes nombres allá donde va. En las viejas crónicas, en las conversaciones entre generaciones, el de Morollón es uno de esos nombres inevitables, incluso cuando ninguno de los interlocutores lo pudiera haber visto en acción. En Valladolid, Morollón fue un delantero con el gol como rutina. Un madrileño que hizo del Valladolid su casa y de sus goles, un grato recuerdo al que volver con cariño.

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